La presa es espectacular. Tiene una altura de 50 metros y cuenta con una longitud de 5.728 metros. La capacidad del embalse es de 3.530.000 miles de metros cúbicos. La superficie es superior a los 238.000 metros cuadrados. Y una capacidad de 2.196 megavatios (Mw). Según cifras venezolanas, la nación obtendrá un ahorro sustancial de 74.000 barriles diarios de petróleo. Una paradoja, invertir en centrales hidroeléctricas para ahorrar petróleo, cuando Venezuela es uno de los principales países productores y llenar el depósito de gasolina de un vehículo supone 4.000 bolívares (menos de 2 euros).
Caruachi, junto a Guri, Macagua I y II y Tocoma (en la etapa inicial de los trabajos) representan el programa de aprovechamiento del potencial hidroeléctrico del Bajo Caroní, estimado en unos 17 millones de kilovatios. O lo que es lo mismo, el 75% de la energía eléctrica del país.
Una segunda paradoja: visité un museo que cuenta la construcción de las represas. Y paradójicamente le llaman “ecomuseo”. Tal vez intentan minimizar el impacto ecológico de los millones de toneladas de hormigón y los miles de hectáreas de selva que hoy han quedado bajo las aguas, con su flora y el hábitat tanto de sus pobladores indígenas como de su fauna.
Me ha sorprendido el tejido industrial de Guayana. La zona del Orinoco es pródiga en minerales (bauxita, oro, hierro…) que, combinados con la espectacular producción de energía eléctrica, alimentan un tejido industrial liderado por siderurgias y otras industrias pesadas. Aquí viene la tercera paradoja: ¡qué rico es Venezuela! ¡Y qué situación económica padece!
Sin duda Venezuela es el país de las paradojas. Un gobierno que se dice socialista (lo llaman socialismo del siglo XXI) echó a la calle a 20.000 trabajadores durante el paro petrolero (al parecer en el socialismo del siglo XXI no hay derecho a la huelga para los trabajadores) mientras que la banca genera los mayores beneficios de su historia. Un gobierno socialista que en siete años ha sido un incapaz de generar un sistema de seguridad social creíble y que a pesar de que el barril de petróleo ha pasado de 10 a 60 dólares no ha conseguido reducir el número de pobres (y exportan 1.000 millones de barriles anuales). Sube el precio del petróleo de forma espectacular y Venezuela desciende al puesto 75 en el índice de desarrollo humano (IDH) del PNUD (cuando el petróleo se vendía a nueve dólares, Venezuela estaba en el número 46).
Otra paradoja: un país que ingresa 60.000 millones de dólares anuales gracias al oro negro ve como el 47% de sus 24 millones de habitantes sobreviven con dos dólares diarios o menos (lo que provoca que un 22% sufra desnutrición) y aunque resulte increíble aumenta la tasa de mortalidad infantil.
Cuando en España defendemos a ultranza al pequeño comercio porque da vida y sentido a nuestras ciudades, en Caracas, un señorial paseo llamado Sabana Grande se ha convertido en un zoco invadido por buhoneros. Me he quedado alucinado paseando entre vendedores de ropa, libros usados, software, películas y CD´s piratas. El Gobierno permitió que los vendedores ambulantes ocuparan las aceras y los comercios han tenido que cerrar sus puertas. Al parecer los comerciantes son demasiado burgueses para el socialismo del siglo XXI y hay que dejar paso a los buhoneros piratas (concepto más progresista). Un socialismo moderno que privatiza los bienes públicos (un espacio público como es un paseo es "expropiado" a los ciudadanos para convertirlo en un bien privado en manos de un comerciante ambulante que no paga licencias, ni impuestos...). Están decididos a eliminar las desigualdades entre ricos y pobres y lo están consiguiendo (a base eso si de empobrecer a todos).
Pero los comerciantes no son los únicos afectados. Los empresarios son vilipendiados. El informe anual del PNUD sobre la libertad económica en el mundo ubica a Venezuela como uno de los siete países que descendieron en la clasificación, en relación con el resultado obtenido en 2004, al ocupar la posición 124 entre los 127 países que conforman la muestra. Una posición privilegiada que comparte con la República del Congo, desde la cual observan por detrás de ellos a economías avanzadas como la de Zimbabwe y Birmania (las dos únicas que tienen por detrás). Otra paradoja: en la medida en que se dispara el ingreso fiscal por el alza del precio del petróleo, en la misma proporción se deteriora la calidad de vida del venezolano. A esta situación la llaman “revolución bolivariana”. Si Bolívar levantara la cabeza.
Voy a culminar este carta a mis amigos venezolanos con otra paradoja (esta es mía, no la apuntamos en el debe del país): la pobreza solo se combate creando riqueza. Si el dinero del petróleo se destina al populismo (subsidiar a los desempleados, o subsidiar a los "pobres" de Nueva York regalando combustible en Brooklyn, o ayudar a Castro...) en lugar de fomentar inversiones, Venezuela nunca saldrá de esta pésima situación. La desigualdad entre ricos y pobres no se soluciona empobreciendo a todos (eliminando a los ricos) sino haciendo desaparecer la pobreza a base de puestos de trabajo (que no es lo mismo que parados subsidiados por el populismo); y para generar puestos de trabajo es necesario crear miles de pequeñas y medianas empresas; y que el elemento tractor de ese tejido industrial son los empresarios. Aunque a muchos no les guste escucharlo, la pobreza solo se combate creando riqueza y para crear riqueza necesitamos empresarios, emprendedores e innovadores.
Última paradoja: de todas formas, aunque sea un desastre, me gusta mucho este país. Definitivamente, Venezuela es el país de las paradojas.