viernes, octubre 04, 2013

Los genios anónimos

Este quinceañero de Maryland cumple los estereotipos del típico adolescente al que no le invitan a muchas fiestas ni le eligen en la primera ronda para conformar los equipos en el recreo. Con un corte de pelo más propio de los Beatles y los 60 que del hip-hop, aspecto desaliñado…  Si te paras a pensar, en su día también fueron atípicos genios como Einstein, Mozart, Wozniak o Jobs.



Hace unos meses su familia fue golpeada por el cáncer. A su tío le diagnosticaron uno de páncreas y una frase se escuchaba constantemente en casa de Jack: “no hay nada que hacer”. Y tristemente, el guión siguió su curso imperturbable llevándose consigo a su adorado tío.

La rebeldía e incomprensión, propia de los chavales de su edad que todos perdemos con el paso del tiempo, se apoderó de Jack: ¿cómo era posible que en pleno 2012  no hubiera más armas que la resignación ante una enfermedad?

El chaval comenzó la guerra por su cuenta.  No hay enemigo pequeño cuando uno tiene 15 años (todos parecen gigantes cuando pasas de los 40).

Las clases de ciencia del instituto dejaron de ser un mero trámite y se apasionó por la química, los conductores, y en especial, por los nanotubos. Comenzó a leer todo lo que guardaba relación con el cáncer, incluyendo publicaciones científicas y material para doctores. Y, como no, los profesores le amonestaron en varias ocasiones por dedicar las horas lectivas a leer estudios sobre los nanotubos, el eje principal de la cruzada contra el cáncer de páncreas.

Y no solo en clase;  muchas horas robadas al sueño y a partidos de baloncesto con los colegas, telas de araña en la Xbox, meses si ver una película… Hasta que el talento, la constancia, la perseverancia y la pasión….dieron su fruto. El joven Jack Andraka había encontrado (al menos sobre el papel) un sistema de detección precoz de este fulminante cáncer.

Jack tenía asumido ya que una vez extendida la enfermedad, poco se podía hacer desde el punto de vista médico. Por eso sus esfuerzos se centraron en la detección precoz. Y ahí estaba: la fórmula cuadraba. Jack Andraka había encontrado un método de detección que humillaba en registros a los que actualmente se utilizaban, y contribuía, de esta manera, a salvar miles de vidas.

Emocionado, con la ayuda de su padre, decidió contactar por correo electrónico con las principales figuras de la ciencia de Estados Unidos. Institutos especializados, oncológicos, centros de investigación… no quedó nada por batir. Pero con la misma alegría que vivió el merecido entusiasmo de la victoria, saboreó el amargo trago de la derrota.

La soberbia y la incredulidad eran obstáculos demasiado elevados para superar, y las “eminencias” que abrieron el correo del entusiasta Jack borraron la misiva con una sonrisa complaciente. ¿Un niño de quince años me va a explicar cómo detectar un cáncer?

Fueron 200 los científicos contactados. Y199 las negativas. Todos…menos uno.

Anirbar Maitra, un patologista de la Universidad Johns Hopkins, no eliminó ese atípico correo electrónico de un crio de 15 años de su bandeja de entrada. Primero le llamó la atención. Después, le sorprendió. Y en tercer lugar, aceptó el reto y respondió al email del osado estudiante de instituto ofreciéndole su colaboración.

Juntos, el científico de Johns Hopkins y el adolescente de Maryland, trabajaron durante semanas, robando horas al sueño y a los fines de semana, hasta conseguirlo. La madre de Jack recuerda los gritos de su hijo a las 2:30 de la madrugada la noche en la cual él y su mentor consiguieron materializar físicamente la revolucionaria teoría sostenida hasta entonces en un papel.



Los mismos gritos de alegría que el joven Jack Andraka daría una semanas después al recibir el ISEF, un premio para jóvenes talentos patrocinado por Intel. El grito de la esperanza, el genio, la recompensa, la ilusión. Un grito que demuestra al mundo que el talento no conoce ni edades ni fronteras; no se esconde únicamente detrás de estereotipos, ni de las puertas con placa dorada en laboratorios o universidades. ¿Qué hubiera sido de Jack si hubiese hecho caso a sus profesores cuando le advertían por “descentrarse” y obsesionarse con los nanotubos? ¿Qué hubiera pasado si sus padres no hubiesen acompañado a su hijo en su pasión?

Probablemente la ciencia no dispondría de un método de detección del cáncer de páncreas 168 veces más rápido, 400 veces mas sensitivo y 26.000 veces más económico que los test convencionales.

Hoy podemos decir que miles de personas salvarán su vida al ser detectado su cáncer de páncreas con mayor antelación, gracias al talento de un chaval de 15 años. La próxima vez que vayas al colegio a recoger a tu hijo, fíjate en esos chavales. Llenos de fuerza, vitalidad, pasión, talento. Estas rodeado de genios anónimos a los que solo hemos de dar….una oportunidad.