viernes, octubre 17, 2014

Ahora que llega la primera evaluación

Todos los niños finlandeses de siete años en alguna ocasión se preguntan cuánto debiera medir una escalera que les permita salvar los tres metros de altura entre su aula y el patio para escapar por la ventana. Seguro que mis hijos lo piensan tres o cuatro veces cada jornada. Pero el motivo por el cual lo piensan los niños finlandeses es distinto.

No. No es porque deseen dejar atrás a sus amigos y huir del aula donde pasan algo menos de cinco horas cada día. No. Esa pregunta se la hacen jugando con triángulos y papeles de colores porque el profesor les pedirá (ésta y otras muchas veces) utilizar su imaginación para resolver situaciones complejas. Llegar ellos mismos, utilizando su imaginación, a la misma conclusión que Pitágoras hace muchos siglos. Calcular la hipotenusa de un triángulo rectángulo es algo que los niños finlandeses saben hacer (no recitar). Es algo que han tenido que descubrir (no memorizar). Ventajas de formarse en el mejor sistema educativo del mundo.

Desde que en el 2000 la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) creo el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) y lo aplica a 65 países evaluando el nivel de los adolescentes en matemáticas, lengua y ciencias, Finlandia ocupa las primeras posiciones. Y España se queda muy, muy atrás. ¿Nadie se ha parado a pensar en las diferencias y en las consecuencias?

¿Queremos que nuestros hijos sigan memorizando conocimientos (algunos de ellos absurdos) para aprobar exámenes o queremos que se les prepare para la vida real?

El modelo finlandés es muy inclusivo, no existe la selección de estudiantes. Más del 90% de las escuelas son públicas y dependen de los municipios, de manera que los niños se matriculan –por ley– en la que tienen más cerca de su casa, reflejando también la escasa segregación social del país.
Otra característica es que se retrasa el inicio de la escolaridad básica hasta los 7 años (según los estudios cognitivos realizados a los niños, solo en ese momento del desarrollo de los niños es adecuado comenzar a leer) mientras la tendencia mundial es que la escolarización comience cada vez más temprano. En la educación preescolar (que se imparte en jardines infantiles o en la casa de educadores certificados) solo se realiza estimulación temprana de la socialización.

Lo que más me gusta es que se respeta el ritmo de cada niño. Cada persona es diferente. En nuestro sistema eres un número; te asignan un aula y compañeros en base a dos criterios: tu año de nacimiento y el orden alfabético de tu apellido. Y todos los alumnos de ese año han de alcanzar los mismos conocimientos. No se potencia las habilidades personales diferenciadoras de cada niño; al locuaz le obligan a callar para no interrumpir el ritmo de la clase; al que no le gusta hablar le suspenden por ser poco locuaz. Y por si todo esto fuera poco, se les pone uniforme. Uniformados. Eso es lo que necesita un país en el siglo XXI. Perfiles cortados por el mismo patrón. Cohortes uniformadas preparadas para hacer todos lo mismo. Así nos luce el pelo (que dicho sea de paso se me pone de punta al pensar como nos lucirá dentro de una década)

El sistema educativo ha de preparar personas para el día de mañana. Pero en muchos casos se las carga desde la educación primaria y secundaria. Cuando se suspende a un niño (y no digamos nada cuando se le hace repetir de curso) se está debilitando su autoestima. ¡A un niño de 9 o 10 años! Pero claro…hay que suspenderle porque no ha memorizado (lo que el profesor ha considerado se debe memorizar) sobre las células o los fenicios. Ponerle un 4 sobre 10 puntos a un niños debiera de ser delito. ¡Qué más da que solo acertara 4 preguntas sobre 10! ¿Qué es más importante? ¿El nombre de esos 6 ríos que no ha recordado o la autoestima del chiquillo? Por no decir que nadie valora esos 4 ríos que si conocía.
Analizando el caso de Finlandia (su historia) vemos como existe una alineación entre la estrategia país y el modelo educativo. Un modelo que potencia las competencias que necesita el país. ¿Qué competencias fomenta nuestro modelo educativo? 


Viendo lo que estudian mis hijos, la España del 2020 va a necesitar lo mismo que la España de 1990 (porque estudian las mismas banalidades con el mismo estúpido sistema educativo). No quiero hablar del uso de la tecnología en las aulas, ni del papel que juegan las nuevas tecnologías en los contenidos que trabajan los niños (porque eso daría para un blog completo). El año pasado mi hijo estaba emocionado cuando comenzó la ESO porque iba a dar "Informática". El profesor les tuvo un año con un sistema para escribir sin mirar el teclado. ¿A esto le llaman informática? Él con 12 años había asistido ya a cursos de programación de apps, scratch, etc. Afortunadamente el profesor no se cargó de un plumazo su vocación (cosa que sucede). Este año en segundo curso tienen una materia llamada "Tecnología". Llevan mes y medio recortando cartones y encolando papeles para hacer una torre de tres niveles. Tal vez el problema es que no he leído el nombre completo de la materia y ésta se llama "Tecnología del Siglo XVIII" pero yo lo que espero es que formen a mis hijos con la tecnología del Siglo XXI. 


Y toca hablar de los profesores. El modelo finlandés se apoya en la figura del profesor. Ser maestro en Finlandia es más difícil que ser ingeniero y doctor. Construir sólido un puente es importante, salva vidas; lo mismo una buena terapia. ¿Pero acaso no es tan importante o más desarrollar personas? Cuando yo estudié solo uno de cada diez profesores merecía la pena. Si le pregunto a mi hijo 30 años después seguro que opina lo mismo. En Finlandia solo uno de cada diez aspirantes a estudiar pedagogía logran ingresar y quienes quieran ejercer la profesión necesitarán como mínimo tener un Master en Educación. Cerraron el 80% de las Facultades de Pedagogía para dejar solo operativas las mejores. Así te aseguras de que solo los mejores lleguen a ser profesores. Los niños españoles no quieren ser profesores. Nadie les valora, nadie los respeta y encima tienen que manifestarse por las calles porque están mal pagados. 

Y una vez ejercen, a los profesores finlandeses nadie les evalúa. No existe un sistema estatal de evaluación docente. Cada profesor está constantemente auditando su propio desempeño, sin necesidad de que lo controle una autoridad más allá de su propia comunidad escolar.

Por otro lado, el currículo nacional no viene diseñado por los políticos del Ministerio de Educación o de la Consejería correspondiente (que condicionan los planes de estudio a base de “ideología”). Es un currículo muy pequeño ya que cada escuela tiene libertad para adoptar el suyo propio, enfatizando en las artes, la tecnología o las lenguas según las necesidades de cada pequeña comunidad académica.
Pero Finlandia no solo ocupa las primeras posiciones del ranking en el informe PISA. También es una de los países del mundo con las aulas más ruidosas y donde menos tiempo habla el profesor. Cuando paso por delante de un aula en la que todos están callados con la mirada fija en su libro y su cuaderno mientras solo habla el profesor se me cae el alma a los pies. ¡Mira que a mi me gusta hablar! Pero las clases en las que más disfruto son aquellas en las que no digo nada mientras mis alumnos lanzan ideas, discuten, argumentan….

En Finlandia no hay lecciones, sino proyectos (como en la vida real) en los que se valora la integración de diversos recursos, la cooperación, la creatividad y la originalidad. Un profesor de Harvard comentaba que lo que más le llamó la atención de las aulas finlandesas es que los niños de 12 años manejaban máquinas Bosh con las que cortaban madera sin problemas, con gran destreza, sin miedo, con total responsabilidad. Entre otras cosas porque los niños de 12 años tienen la madurez para responder a la confianza que se les da.

Confianza. Nuestro sistema se carga la confianza. El profesor no confía en el niño, el niño no confía en el profesor, los padres no confían en los profesores y viceversa. Y lo peor de todo: padres que dejan de confiar en sus hijos. Pues he aquí es secreto del modelo finlandés: la confianza. Confían en que la escuela más próxima a su casa será buena, en que el profesor sabrá enseñar y en que el niño aprenderá. No hacen falta notas, exámenes, evaluaciones, controles de calidad, supervisión de la consejería….
Cuando tu hijo sea mayor seguro que no necesita saber cómo se reproducen las flores, como se calcula el área de un hexágono o cuál es la cordillera más alta del Sistema Central. Pero seguro que va a necesitar autoconfianza. El sistema educativo acaba con la confianza así que tú no contribuyas a ello. ¡Tu hijo es único, sensacional! Valórale por aquello en lo que destaca en lugar de machacarle por aquello en lo que no puede (o no quiere) destacar. Si contribuyes a potenciar su autoestima y autoconfianza le estarás preparando para el complejo mundo que le toca vivir.

El sistema de evaluación es otra de las particularidades del esquema finlandés. Los objetivos de aprendizaje no se miden por las materias aprendidas, sino por la constante interacción de esos contenidos con otros aspectos, como la socialización o la resolución de problemas. De hecho, las pruebas formales de materias específicas no empiezan hasta quinto de primaria.

Los niños finlandeses no solo empiezan el colegio un año más tarde. Las jornadas escolares son más cortas (apenas cinco horas) y para después de clase solo dejan el 10% de sus tareas como máximo (es decir, 30 minutos de trabajo en casa como máximo). Nuestros hijos se tiran 7 horas en el colegio y luego los profesores quieren que dediquen otras 2 horas en casa a hacer deberes y estudiar. Nueve horas de trabajo al día para conseguir peores resultados que un niño finlandés (constancia que nos acompañará el resto de nuestras vidas; luego nos preguntamos porque no somos eficientes y competitivos). Por cierto, si solo tienen 5 horas de clase y 30 minutos de tarea, los niños tienen más tiempo para jugar y para realizar actividades extraescolares, algo que es  tan importante en el desarrollo de un niño como la educación formal. Después de 9 horas de estudio nuestros hijos no tienen ganas de nada; solo quedarse dormitando sentados en el sofá viendo la televisión (algo que seguirán haciendo todas las noches el resto de su vida después de 9 horas de jornada laboral improductiva).


La era del conocimiento se ha terminado. Y jamás regresará. Ya no tiene valor saber más que la persona que tienes al lado (porque si ésta tiene un iPad, entra en Google y sabe lo mismo -o más- que tú). Vivimos en la era de la acción. El valor reside en aplicar lo que sabes para resolver problemas, para crear algo nuevo. Si no aplicas no vales. Sin acción, sin resultados, no hay valor. No pasa nada si dejas que tu hijo siga sentado dos horas cada tarde en su habitación memorizando el libro. El problema es si piensas que eso le servirá para algo el día de mañana.