viernes, junio 27, 2008

Aquellos chalados en sus locos cacharros

Londres, 1910. El editor de un periódico británico organiza una carrera entre Londres y París y sus participantes corren todo tipo de avatares. Del título de esta vieja película de 1965 he sacado el titular de este post. Porque así es como nos veremos a nosotros mismos dentro de diez años cuando recordemos nuestras experiencias a los mandos de nuestros actuales atomóviles: como chalados conduciendo locos cacharros.

Cacharros que, dicho sea de paso, se llevan después de la hipoteca la principal tajada del presupuesto de las familias, no solo por su elevado precio de compra, sino pro la pasta que cuesta llenar su depósito (¡y lo que costará el año que viene: 100 euros de media), las ruedas, el mantenmiento, el seguro...por no mencionar que por el precio que algunos pagan por una plaza de garage podrían irse durante 10 años de vacaciones a un hotel de lujo. Y, sobre todo, porque con esos locos cacharros nos cargamos el Planeta con sus emisiones.

Afotunadamente, nuestros amigos de Tecnalia han presentado esta mañana en el Parque Tecnológico de Bizkaia un coche cuyo motor eléctrico está alimentado por una pila que funciona con un concepto mixto de batería e hidrógeno.


Llenar su depósito es siete veces más barato que el de un coche con motor de combustión y lo más importante: su única emisión es agua (aunque hay que tener en cuenta que consume energía eléctrica en el proceso de carga de las pilas; aún así el uso de estos coches reduciría un 80% las emisiones globales)

El coche está concebido para el transporte por ciudad y su silencioso motor es movido por una pila de combustible que utiliza hidrógeno almacenado a una presión de 200 bares. Cuenta con un sistema de baterías de alto rendimiento para darle un empujoncito extra en las cuestas y en los adelantamientos que se carga en pocos minutos simplemente enchufándolo en nuestro garaje (o en cualquier sitio) a una toma normal de 220 voltios.

Aún queda mucho por hacer; sobre todo de cara a la producción, almacenamiento y distribución de hidrógeno y al desarrollo de nuevos conceptos de baterías (más pequeñas, con mayor velocidad de carga y sobre todo, más longevas y económicas). Pero lo siento por los amantes de los monstruos V8, las "balas dispararadares" de 300 cv y los cacharros clásicos, pero el motor de combustión es una especie en peligro de extinción. Pronto dejarán de producirse y además se restringirá su uso: un paseíto al mes para que usted de una vuelta en su “clásico” de la era del petróleo (lo siento por el que se acaba de dejar 100.000 euros en un Cayenne, pero al fin y al cabo no deja de ser algo más que un “cacharro” que se asemeja más al Ford T que al vehículo de la tercera década del siglo XXI; tan "locos cacharros" son esos coches....como "chalados" somos sus dueños)

martes, junio 10, 2008

Lecciones de una huelga mal definida (que no indefinida)

Es la noticia del día. Algunos transportistas van a la huelga (otros no) argumentando que con la subida del precio de los combustibles “pierden dinero”. Una huelga "indefinida" que en realidad es "mal definida", porque entre otras cosas no es una huelga (un paro profesional o algo por el estilo, porque no hay trabajadores que reclamen a sus patronos mejores condiciones laborales, sino empresarios que lamentan su ineficiencia) y las reivindicaciones están desenfocadas (protestar ante el Gobierno por la subida del petróleo es como si los hosteleros exigieran al Ministerio de Turismo que mejoraran las condiciones climatológicas este verano o los organizadores de la Volvo Ocean Race reclamaran viento porque Eolo se ha tomado unas vacaciones)

¿Por qué algunos transportista pierden dinero?

Porque con el precio que cobran por sus servicios, no obtienen beneficios ya que sus márgenes se han estrechado peligrosamente con el incremento de costes derivado del precio del gasoil. ¿Qué hacer cuando se incrementan los costes si no se quiere sacrificar el margen? Lógicamente, subir precios.

¿Por qué no suben los precios todos los transportistas?
Porque los clientes (la demanda) no lo aceptan ya que otros transportistas siguen ofreciendo el mismo servicio sin subir el precio (oferta). ¿Cómo es posible?

Son múltiples los factores pero, al igual que sucede en casi todos los sectores, la estructura de costes de las empresas no son las mismas. El coste del combustible es el mismo para todos, pero otros costes no. La gestión del mantenimiento, la amortización del camión (les diferente porque varían los precios de compra en función del volumen de unidades adquiridas, el modo de pago –leasing, renting- las condiciones de los productos financieros –tipos de interés, comisones,…), la optimización de rutas (algunas empresas utilizan tecnologías diversas –GPS, sistemas informáticos, conexión online con centrales…), el nivel de servicio (garantías al cliente, rapidez de respuesta, atención al cliente…), los seguros, la gestión financiera (recuperación de IVA´s, tesorería, coberturas de subidas de tipos para los créditos de compra de los camiones, leasings, etc…). El camionero de toda la vida no puede competir con las grandes (y más eficientes) empresas.

¿Es el precio del gasoil el culpable de la huelga?

No. Ni tampoco las tarifas o precios. La causa de la situación es la ineficiencia de algunas empresas (o empresarios autónomos) que no les permite competir con otras que han sabido “hacer sus deberes”. Una situación (“pequeños” que no pueden con la eficiencia, y consecuentemente los precios, de los “grandes”) que la hemos visto en otros muchos sectores (tiendas de alimentación, supermercados, pequeño comercio, agencias de publicidad, industrias, etc.) En estos sectores los “pequeños” que han sobrevivido han tenido que especializarse, diferenciarse, identificar nichos…en definitiva, reinventarse.

¿Se solucionará el problema?

No. Suponiendo que fuera posible (que lo dudo) un gasóleo profesional (¿quiénes serían “merecedores” de ese combustible subvencionado? ¿sólo los transportistas? ¿qué sucede con los autobuses, los taxis, los tractores, los barcos de pesca, las embarcaciones de transporte de pasajeros, las furgonetas de reparto de los comerciantes, las grúas, los vehículos de los comerciales, las motos de Telepizza…? ¿no son todos profesionales? ¡Si hasta Fernando Alonso podría exigir un combustible subvencionado porque “vive de su coche”!) el precio del gasóleo sería el mismo para todos (incluidos los “eficientes”) que podrían entonces bajar sus precios. De ahí que se solicite algo tan en contra de las prácticas de mercado como “una tarifa mínima” (algo que veo complejo, tanto de aprobar -¿no tenemos todos el derecho de conseguir el mejor precio?- como luego en la práctica, de controlar). El problema no es el precio del gasoil ni las tarifas. Es un problema de eficiencia, competitividad y adaptación a los cambios del entorno. De innovación.

¿Qué podemos aprender de esta huelga?

Algo sencillo pero muy importante. Si no hacemos nada por evitarlo tarde o temprano nos pueden desplazar del mercado. Vendrán otros que han “innovado en procesos” y son más eficientes que nosotros (no podremos igualar sus costes) y nos arrebatarán clientes con sus precios. Como solo unos pocos pueden competir en costes (ser los ganadores de la carrera de la eficiencia) no nos quedará otro remedio que innovar (porque no todos tenemos un monstruo de varias toneladas para bloquear las carreteras): convertir las ideas en valor; diferenciarnos, inventar mercados, especializarnos.

¿Alguna lección más?
No podemos esperar a que el precio del barril de petróleo vuelva por debajo de los 100 dólares (más bien todo apunta a que se acerque a los 200); entonces las demandas de los transportistas se extenderán a múltiples sectores (hoy son los pescadores; mañana los ganaderos, los agricultores, los taxistas, las líneas aéreas…) y el gobierno no tiene “cash” (como decíamos en el post anterior, se acabaron los años del “superávit”) para regalar dinero a todos (eliminar barreras de salida, anticipar jubilaciones, financiar combustibles, reducir la presión fiscal…). Tenemos que comenzar a innovar pensando en dos escenarios.

Los dos escenarios
Un escenario a corto, que es un petróleo a 200 dólares el barril. ¿cómo afectará a mis costes, a mi demanda, a la liquidez de mis clientes, etc.? Y un escenario a medio plazo: un mundo sin petróleo. Dos interesantes desafíos (problemas) sobre la mesa. El primero nos obligará a innovar en procesos para ser más eficientes. Y el segundo a inventar el futuro. Y recordemos lo que decíamos en “Innovación: el último clavo ardiendo”. La innovación es “un encuentro afortunado entre los problemas y el conocimiento”.

jueves, junio 05, 2008

Eufemismos malintencionados = mentiras arriesgadas

¿Fase bajista del ciclo? ¿Desaceleración significativa? ¿Enfriamiento progresivo? Al pan “pan” y al vino “vino”. Los eufemismos son manifestaciones suaves o decorosas de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante. En este caso, decir que vivimos una crisis de tres pares de narices no creo que sea duro (y a estas alturas tampoco malsonante), de manera que los eufemismos con los que algunos políticos nos sorprenden cada jornada son sencilla y llanamente mentiras. Eso si. Muy arriesgadas.

Hace tres años, cuando en mis conferencias de Innovación preguntaba de forma retórica “¿España va bien?” y mostraba mi opinión, más de uno me llamaba pesimista, exagerado… Yo coincidía con mis interlocutores en que los indicadores económicos no ofrecían discrepancias: eran positivos. Pero el PIB, la tasa de crecimiento, la tasa de desempleo…los indiciadores en general son “fotografías” que, como toda imagen capturada, muestran el pasado. El presente no existe. Todo es pasado o futuro. No podemos decir “España va bien”. Podemos decir: “España ha ido bien (o mal)” o “España irá bien (o mal)”. No se puede poner en duda que los últimos tres quinquenios han sido favorables. Pero, ¿cómo serán los próximos?

Con los indicadores en la mano, hace tres años me decían que nada parecía indicar que el final del ciclo estaría próximo. Sin embargo, eran muchos los que manifestábamos (como decíamos en “Innovación: el último clavo ardiendo” en 2006) que los tradicionales factores de crecimiento de nuestra economía se habían agotado…y que nadie se había preocupado por identificar sustitutos.
El principal factor que ha contribuido a un favorable crecimiento de nuestra economía durante algo más de una década ha sido la construcción, traccionada fundamentalmente por unos tipos de interés a la baja (boom de la vivienda) y por los fondos de cohesión comunitarios (obra pública). Aquellos fondos estructurales, no solo modernizaron nuestras infraestructuras (autopistas, aeropuertos, líneas de tren de alta velocidad, puertos…) sino que generaron de forma directa 375.000 empleos directos más otros cientos de miles indirectos. Pero con las sucesivas ampliaciones de la Unión Europea, España se convierte en contribuidor neto y aquella fuente de crecimiento se agota.

Por otro lado, la inversión extranjera directa ha estado cayendo a un ritmo similar al prestigio de Jimenez Losantos. Las empresas multinacionales hace años que dejaron de fijarse en España para centrar sus miradas en los antiguos países del Este y en los tigres asiáticos. De los 36.000 millones de dólares de inversión extranjera directa en 2002 se cayó a solo 10.000 millones en 2004 y en 2007 la cifra no alcanzó los 5.000 millones. Las multinacionales ubicadas en España invierten lo justo para pintar las fachadas de las pocas fábricas que les quedan en la vieja piel de toro y para renovar algún mueble de sus oficinas. La convergencia salarial con los países de la Unión Europea hace que nuestra mano de obra ya no sea económicamente atractiva. Y no es solo que las multinacionales abandonen nuestro país; cada vez son más las empresas españolas que trasladan su actividad productiva a otras latitudes, desde la industria (textil, calzado, automoción, electrodomésticos…) hasta los servicios (ya sean poco cualificados, como los call-center en Perú o cualificados como el diseño y la creatividad publicitaria en Argentina o la programación en India)

Para muchos, la situación no tiene por qué ser tan alarmante, porque, si bien algunos elementos de nuestra economía se ralentizan (producción industrial, construcción…), el principal generador de recursos para nuestro PIB no se agotará (al menos en los próximos mil millones de años): el sol.

Afirmativo. Pero seamos sinceros. España se ha convertido en un destino de chancletas y chiringuitos. Nos inundan guiris que salen de las fábricas de Manchester, los meten en un charter low-cost y los sueltan como al ganado, con una pulsera de color lila, en un hotel de tres estrellas de “segunda línea de costa” (es decir, en Murcia, a 25 kilómetros de las playas) con “all-inclusive”. A las ocho de la mañana se toman su primera cerveza en el desayuno bufftet. A las 11 de la mañana están todos borrachos en la piscina (solo así podemos entender que regresen rojos como el tomate). No salen del hotel para nada (es “all-inclusive”, incluso el alcohol, lo más importante) y cierran los restaurantes de la zona, las heladerías, las tiendas de regalos, las discotecas… Y mientras tanto se critica la apertura de campos de golf (que genera otro tipo de turismo) o se debate sobre si es bueno o malo para una ciudad que lleguen cruceros de lujo con 2.000 pasajeros a bordo. El crecimiento de nuestra principal fuente de ingresos, el turismo, es cuanto menos incierto. En 2007 se volvió a batir el record de turistas que visitaron nuestro país. Pero por otro lado, descendieron un 2% los ingresos (por la presión sobre el precio que ejercen los grandes tour operadores). Nos vistan más…e ingresan menos. Y mientras tanto, los empresarios del sector ven como sus costes se incrementan constantemente: los alimentos, la mano de obra, la energía, los servicios…

Durante las últimas décadas España ha sido receptor de millones de turistas que, movidos por los grandes tour operadores, acudían a destinos baratos. Precios y sol fueron los dos grandes argumentos. Pero ahora España ya no tiene unos costes tan bajos. No alterar los precios significa reducir los márgenes. Siguen llegando más turistas que nunca, aumentan los ingresos, pero se reduce la rentabilidad. Además, esta práctica tiene un límite. ¿Qué sucederá cuando no sea posible seguir ofreciendo a los grandes tour operadores y mayoristas unos precios tan competitivos? ¿Cambiarán éstos sus destinos hacia países como Turquía, Túnez, Marruecos, Montenegro, etc.? Si ello llega a suceder, ¿cómo reposicionamos el sector?

Cierto es que muchas de estas cosas se sabían de antemano: que los fondos estructurales no serían eternos; que España dejaría de ser un país con mano de obra barata; etc. Pero, ¿hemos hecho bien los deberes para afrontar esta situación?

Hemos de competir en base a personas con talento, conocimiento, creatividad, formación. ¿Estamos preparados para ello? El informe PISA (que mediante 275.000 pruebas directas a estudiantes realizadas compara la calidad educativa de los países de la OCDE) nos alerta: nuestros adolescentes suspenden en escritura, matemáticas y ciencias. La octava economía del mundo se sitúa en el furgón de cola de la OCDE ocupando en educación el puesto vigésimo quinto. El nivel de nuestros adolescentes de educación secundaria se sitúa entre los peores, hasta el punto de que más de un 20% ni siquiera es capaz de superar ejercicios básicos en matemáticas, ciencias o lectura. Una tendencia que no parece vaya a invertirse se atendemos al bajo gasto per cápita en educación, por debajo de la media de la OCDE. Por si esto fuera poco, la situación se agrava cuando nuestros estudiantes llegan a la Universidad: la quinta potencia europea no sitúa a ninguna de sus Universidades entre las 50 mejores de la Unión Europea; y no hay ninguna Universidad española entre las 100 mejores del mundo.

Me temo que no. España es uno de los pocos países occidentales en los cuales la productividad desciende (PIB entre personas que trabajan) mientras vemos como, a pesar de ser la quinta economía de la UE, se ocupa el furgón de cola en I+D (decimocuarta posición) y en inversión de las empresas en TIC en relación al Producto Interior Bruto (decimoquinta posición). La economía del ladrillo ha sido una economía del presente que ha hipotecado nuestro futuro. Los beneficios empresariales (de la industria, los servicios..) en lugar de ser reinvertidos (para modernizar la fábrica, para desarrollar prototipos, para analizar nuevos mercados…) iban directamente al ladrillo: a la compra de un terreno con permiso para la construcción de 24 adosados.

Hasta que ha llegado el chaparrón y a más de uno le ha pillado en bañador, con el bronceador en la mano y sin paraguas.

El futuro cercano

La economía española ha cerrado una de sus etapas más positivas de su historia reciente (con crecimientos medios del 3%), justo en un momento en el que la incertidumbre recorre occidente de norte a sur y de este a oeste en forma de inestabilidad geopolítica y con un barril de petróleo cuyo precio parece catapultado hacia un techo que nadie alcanza a vislumbrar.

Solbes acaba de decir que el incremento del paro en mayo “no es un buen dato porque es mayo” (a mí el tío me parece que tiene su gracia) pero que “no es espectacular”. Hombre, si lo comparamos con los niveles de destrucción de empleo de la crisis del 93, no es espectacular. Pero la España de 2008 no es la de 1993.

Los eufemismos que relativizan la situación no me gustan. Decía al principio al “pan pan y al vino vino”. Esta es una crisis con mayúsculas. Y la fiesta no hecho más que empezar (solo han aparecido unos pocos invitados que permanecen tímidamente al lado de la barra sujetando su copa, mientras el disk-jockey pincha discos para personas imaginarias porque en la pista de baile solo se ven los reflejos de las luces de color sobre la bola de cristal).

Existen más posibilidades de ganar la Eurocopa que de crecer en 2008 por encima de un 2%. Y celebrémoslo (de la misma manera que celebraríamos la llegada a la final): en 2009 no llegaremos al 1%. Algo que muchos no quieren ver (como el niño que para obviar la mirada inquisidora de su padre cuando la ha liado mira para otro lado).

El problema es que son muchos los que no quieren mentar la palabra crisis. Incluso hay quien echa la culpa de la “desaceleración” a los que hablamos de “crisis”, como si la gente haya dejado de comprar viviendas porque algunos hemos dicho en alguna conferencia que pintan bastos (y no porque los tipos de interés han subido, el precio de la vivienda era desorbitado, el sistema financiero tiene problemas de liquidez, el encarecimiento del precio de la gasolina y de los alimentos hace que las familias lleguen al 31 de cada mes justitas…)

El verdadero problema es que como no asimilemos todos de una vez que esto es una crisis, no vamos a tomar las medidas necesarias para reconducir la situación a medio plazo. Y esperando a que pase el chaparrón nos podemos quedar diez años creciendo alrededor del 1%.

Hay quien piensa que estamos “en la fase bajista del ciclo” y que esta fase va a ser breve. Que en 2010 volveremos a ser Disneylandia, creciendo por encima de la media de la UE. Discrepo. Si no tomamos medidas urgentes, lo vamos a pasar muy mal. Y no lo digo ahora…sino que me limito a repetir lo que vengo diciendo hace años: necesitamos urgentemente innovar.

¿Es una crisis sectorial?

He oído decir a algunos que esta crisis está acotada a la construcción. ¡Que cachondos! Es como negar que el tirón de la construcción beneficiara a todos los sectores. ¿O es que la construcción de 750.000 viviendas en 2006 solo benefició a los promotores inmobiliarios? Y los demás españoles que no somos ni promotores ni constructores: ¿de dónde hemos sacado el dinero para comprarnos un coche nuevo y marchar de vacaciones al Caribe?

Volvamos a la realidad. Este año se van a construir menos de 300.000 viviendas (lo que también es exagerado ya que hay cerca de un millón de pisos con el cartel naranja de “Se Vende” pegado en la ventana). Las cifras oficiales hablan de caídas en las ventas superiores al 60%. Hasta hace poco se decía que los precios habían “comenzado a moderarse” creciendo un poquito por debajo de la inflación. Pero ahora están cayendo alrededor de un 10% (me acaba de llegar un email de un promotor que me ofrece un piso un 15% más barato que hace tres meses). Cuando el FMI decía que los precios de la vivienda en España eran una locura, nadie les hacía caso. Ahora los promotores andan refinanciando sus deudas con los bancos (porque no venden un solo piso) y descubren que el suelo que compraron hace unos meses para dar otro “pelotazo”, como bajen más los precios, será mejor que se lo “cedan” a su banco porque construyendo los 64 pisos de lujo previstos van directamente a la quiebra. ¿Se ha preguntado alguien que demonios harán los bancos con tanto ladrillo y tanto suelo embargado? ¿Mini-golfs? ¿Campings? ¿Lo cederán a la Iglesia de la Cienciología?

Pero la crisis del ladrillo no solo afecta a los promotores y constructores. También a los fabricantes de ladrillos; y a los de cemento (las ventas han caído un 15%) cerámicas, tuberías, sanitarios, grifería, marcos, ventanas, puertas (el fin del milagro de Villacañas, un municipio de La Mancha toledana con tan sólo 10.700 habitantes donde, sin árboles ni bosques a la vista, se ha concentrado en los últimos años la mayor capacidad nacional de producción de puertas y cada semana salían de sus ocho plantas -con entre 300 y 500 empleados- más de 20.000 puertas en todas las direcciones de la Península. Hasta el año pasado, los distribuidores hacían cola y los 4.000 empleados del propio Villacañas y municipios situados en un radio de 50 kilómetros a la redonda hacían horas extraordinarias para atender la demanda. Un 25% de esos empleados ya han perdido su puesto de trabajo en lo que va de año), cerraduras, enchufes, ascensores, etc.
Si este año se venden 500.000 viviendas menos que en los años anteriores, digo yo que afectará también a los fabricantes de muebles y de electrodomésticos. Los aserraderos verán como baja la demanda de maderas para el encofrado y para los propios muebles. ¿Y toda la industria auxiliar de los electrodomésticos? Componentes electrónicos, troqueles, chapa, embalaje….

El cliente no compra sofás ni lavadoras. El fabricante no los fabrica. Y el distribuidor no los vende. ¿Qué pasa con los miles de tiendas dedicadas a la venta de muebles y electrodomésticos? ¿Y los servicios asociados (transportistas, montadores, electricistas, fontaneros, hojalateros…? Servicios que han sido otro de los tractores del crecimiento en la última década y que están perdiendo empleo a la velocidad de la luz (esto para que Solbes diga que es exagerado de verdad; démosle algún argumento a los críticos para que nos contradigan).

Será como dicen algunos “una crisis sectorial” que solo afecta a la construcción. Pero la mayoría de las familias españolas no somos ni albañiles, ni promotores inmobiliarios, ni electricistas… Y sin embargo el consumo en los hogares se está contrayendo a marchas forzadas. Los índices de confianza del consumidor, por los suelos (el punto más bajo desde 1995).

Por otro lado, vemos que las calles de las ciudades se llenan de manifestantes, y no son ni albañiles ni comerciales de Don Piso: son ganaderos, agricultores, pescadores, transportistas. El precio de los combustibles les obliga a muchos de ellos a cesar su actividad. Los concesionarios de coches se creen que con un Plan Prever van a recuperar el 20% de las ventas previstas (y el Gobierno se cree que ese planecito para cambiar coches de 15 años por coches ecológicos va a alegrar al sector). Los fabricantes de furgonetas, camionetas, camiones están viéndose muy afectados, y ello afecta al empleo en servicios como los concesionarios, los talleres, las gasolineras (que ya están notando caída de las ventas) aseguradoras, neumáticos, repuestos…

Si la economía española necesitaba crecer por encima del 3% para crear empleo, con los crecimientos previstos para 2008 y 2009 se pueden perder un millón de puestos de trabajo. Eso va a hacer más daño al consumo que los ya de por si elevados tipos de interés (que no tienen pinta de bajar hasta que la inflación se controle –por otra parte algo complejo con un precio de barril de pringue pastoso negro caminando hacia los 200 dólares).

Y la confianza de los consumidores no se recupera destinando el 50% del superávit a repartir 400€ por persona. A muchos les servirá para comprarse un televisor de LCD de 42” para ver la Eurocopa (lo que aliviará a los vendedores de los Mediamark, Saturn, Carrefour, etc.) pero no va a solucionar ni una décima parte del problema. Las hipotecas se llevan el 45% de la renta de las familias. Los alimentos otra parte importante (y subiendo como la espuma) por no hablar del precio del los carburantes. Algunos auguran un “otoño caliente” pero siento contradecirles: el otoño va a ser muy frio. Las familias españolas hemos de acostumbrarnos a un par de horas al día menos de calefacción y a girar hacia la derecha un pelín la rueda de los termostatos porque la factura del gas nos puede dejar temblando (más que la propia temperatura ambiente).

El Gobierno tiene un plan para traer turistas en temporada baja. Tal vez hiciera mejor destinando el dinero de la publicidad prevista para atraer visitantes a desviar visitantes. Me refiero a realizar campañas publicitarias en las televisiones y periódicos de varios países diciendo: “España no crece; no genera empleo; lo destruye; así que señores inmigrantes…no vengan a España”. Se están perdiendo puestos de trabajo (un porcentaje importante la mano de obra inmigrante dedicada a la construcción), tenemos las tasa de paro más alta de la Europa de los quince (rozando ya el 10%) y nadie hace nada por regular la propia inmigración porque hablar de ello no es políticamente correcto y para ser guay hay que decir lo contrario. La crisis económica puede quedarse en un problema de parvulitos en comparación con la crisis social que se puede generar (y que no ha hecho más que empezar).

Cosas que hemos oído recientemente

Son muchos los que intentan tranquilizarnos diciendo cosas que yo creo que ni ellos mismo se las creen. Hemos oído cosas como:
  • “Tranquilos; el sistema financiero español es sólido”. Cierto. Como que también es sólido un castillo de naipes o un barco de papel. Pero al más leve movimiento o soplido se nos puede venir abajo. La banca tiene que hacer frente a obligaciones exteriores de más de 100.000 millones de euros en 2008. Y necesita nuevos recursos para refinanciar la deuda inmobiliaria. Algunos dicen: “¿cómo van a estar en crisis los bancos si el año pasado han dado unos beneficios de miles de millones de euros?”. Que se pregunten entonces como es que están en procedimientos concursales constructoras e inmobiliarias que el año pasado dieron beneficios en Carterpillar. Una cosa son los beneficios y otra la tesorería. Y un profesor que tuve decía “sin cash no hay empresa”.
  • “Tranquilos. La crisis de las hipotecas en Estados Unidos es imposible que se vea en España”. Cierto. En Estados Unidos el problema vino porque las viviendas se vendieron a personas que no se las podían permitir, ya la larga no han podido pagarlas. En España eso no pasará, porque nadie las va a comprar ya que los bancos no les dan el dinero para ello. Pero el caso es que las viviendas ya están construidas (un millón de pisos sin vender) y alguien ha debido de poner la pasta para pagar ese mogollón de ladrillos y cementosa. ¿Qué va a pasar cuando los promotores inmobiliarios digan a los bancos que no tienen dinero para pagar sus créditos? En Estados Unidos el problema ha sido que no pagaban. En España no compran. Ya se que no es lo mismo, pero tiene pinta de ser muy parecido. Eso si, como pinche algún banco, nos vamos a resfriar todos. Y los que hablan de “desaceleración intensa” dejarán los eufemismos de lado para hablar de recesión. Y mejor no recordar lo que pasó en el 93 cuando el PIB cayó un poco más del 1% y llevó el desempleo por encima del 20%.
  • “Tranquilos, que lo de ahora no tiene nada que ver con la crisis del 93”, dicen algunos. Y tienen más razón que un Santo. En el 93 teníamos dos cosas sobre las que apoyarnos: la muleta de la izquierda era la posibilidad de devaluar la moneda (que permitió a muchos salir a vender fuera lo que nadie podía comprar dentro) y la de la derecha los fondos de cohesión. ¿Qué tenemos ahora? ¿Cuáles serán las fuentes de crecimiento sobre las cuáles sustentar la salida de la crisis?

La devaluación de la peseta estimuló las exportaciones y bajó los tipos de interés. La destrucción de empleo trajo una mayor moderación salarial y las empresas salieron pronto del bache encarando los años más gloriosos de nuestra economía contemporánea. Con el paso de los años podemos afirmar que aquella crisis nos sentó de maravilla. Hicimos los deberes, moderamos salarios, apostamos por crear empleo no fijo, comenzamos a tomarnos en serio los mercados internacionales, las empresas mejoraron sus hábitos de gestión…

Pero las recetas utilizadas y las lecciones aprendidas en el 93 no sirven. Para empezar, no podemos “devaluar” la moneda (porque ya no tenemos moneda). Es más, el Euro está por las nubes (los españoles arrasan comprando cámaras digitales en la Quinta Avenida neoyorquina pero los exportadores sufren como bellacos) y tampoco se puede decir que las empresas españolas sean el paradigma de la productividad para competir en mercados globales. Por si esto fuera poco Jean-Claude Trichet dice que de bajar los tipos de interés na-nai…porque la estaflación está a la vuelta de la esquina (crece la inflación y decrece la economía). Y veremos un petróleo a 200 dólares antes del 2010 que supondrá pagar 3 euros por un litro de gasolina.

Pero como el ser humano es un capullo integral, seguiremos conduciendo nuestros coches para ir al trabajo, para ir a por el periódico (recuerdo cuando la gasolina se puesto a 100 pesetas, es decir, a 0,60€; algunos decían que iba a ser un colapso. Hoy está justo al doble y en las carreteras hay más coches –con un solo pasajero la mayoría- que nunca), etc. y restaremos consumo de otros productos que no sean de primera necesidad (como es el coche, el “verdadero rey de la casa”, la auténtica “joya de la corona de cada hogar”, que se lleva el equivalente a cinco años de vacaciones en su compra y a la cesta de la compra de medio año en mantenimiento, por no hablar de los 30.000 euritos de la parcela de garaje para la “criaturita”).

Una economía de presente que ha hipotecado nuestro futuro

Decíamos al principio que la economía del ladrillo hipotecó nuestro futuro. Cuando las empresas iban como motos, nadie se preocupaba por innovar, mejorar la productividad, invertir en TIC, en I+D. No voy a aburrir con los datos que saco a veces en mis conferencias, pero de la misma forma en que la crisis del 93 puso las pilas a nuestras empresas, la bonanza del 2000 nos ha convertido en los más holgazanes de la OCDE. Al igual que nuestros adolescentes, que suspenden en el informe PISA por no estudiar y ahcer bien sus deberes, las empresas suspendemos en todo lo importante: productividad, uso de TIC, innovación…

Vamos a ver…por si alguno no se ha enterado, la demanda interna no va a crecer en varios años: ¿cómo piensan nuestras empresas responder a esta situación? Si alguno pensaba hacerlo a base de pedir créditos, que vaya pensando otra cosa.

¡Ah claro! Aprovechando el crecimiento de la demanda externa: China, India. Pero no lo digamos muy alto, porque como se enteren los alemanes, franceses, ingleses, canadienses y estadounidenses, también van a querer beneficiarse de esa demanda creciente. ¡Seamos serios! ¿Hemos puestos las bases para tener un tejido empresarial competitivo y productivo?

¡Se me olvidaba! Siempre podemos pedir ayuda a papá y a mamá. A papá Estado y a mamá Autonomía, pedirles ayudas, subvenciones, créditos blandos… Ya. ¿Pero no hemos caído en la cuenta de que en 2009 las cuentas públicas tienen toda la pinta de entrar en déficit? ¿Pero no vemos como tiene el Estado la educación, el agua, la sanidad, la justicia…? ¿Alguno se cree de verdad que van a resolver nuestros problemas si no saben resolver los suyos?

Quizás la solución sea (como han sugerido varios de nuestros maravillosos gobernantes) dejar de hablar de la crisis (porque los que hablamos de ellas somos los culpables del hundimiento de un 60% en la venta de pisos, un 20% en la venta de coches, un 45% en la venta de vehículos industriales, un 10% en la venta de teléfonos móviles y en el hundimiento de la Armada Invencible).

La confianza de un paciente no cae cuando el médico le dice que tiene un cáncer, sino cuando ve dubitativo al médico, sin saber qué hacer, diciéndole que es un simple resfriado a pesar de los dolores. El médico que es sincero, directo (aún siendo crudo) y nos dice los mal que estamos pero demuestra que tiene claro que hacer para intentar sanarnos, merece toda nuestra confianza, señores gobernantes.

Las cosas están muy mal, ¡Por eso soy optimista!

Que haya pintado un panorama tan sombrío no quiere decir que sea un tio pesimista. ¡Todo lo contrario! Estoy feliz porque tanto problema nos conducirá a un nuevo escenario.


Como saben mis lectores definimos la innovación como un encuentro afortunado entre los problemas y el talento. Sin problemas, no hay innovación. Tenemos sobre la mesa los problemas más graves de los últimos 25 años. Si somos capaces de confrontarlos con el talento, de aquí saldrán las innovaciones que nos pueden ofrecer una nueva etapa de bonanza entre el 2015 y el 2025.


Solo el talento puede hacer desparecer los problemas del nuevo milenio, en forma de innovaciones: el automóvil con emisiones cero (que no utilice combustibles), los alimentos capaces de acabar con el hambre en el mundo, los medicamentos que curen enfermedades hasta ahora incurables, la genética que nos haga la vida más larga y placentera. Utopía, me dicen algunos. Pero en los momentos de urgencia la utopía se convierte en necesidad.

miércoles, abril 23, 2008

La fuerza del "¿por qué?"

Lo he comentado en más de una ocasión; me encanta pasar mucho tiempo con mis dos “socios principales” de mi consultora de innovación; los “socios” de los cuáles más aprendo: mis dos hijos de cinco y siete años. En serio. Son muchos los que recorren el mundo de congreso a congreso, de seminario a (costosas) jornadas sobre innovación… en busca de algún “gurú” que los ilumine…e ignoran el potencial de aprendizaje que tenemos cerca; muy cerca. Los mejores “maestros” de innovación son los niños.

Todo aquel que tenga la posibilidad de dialogar con un niño de cuatro años comprobará la inagotable capacidad de los pequeños para formular preguntas (¿Por qué los pájaros vuelan y las personas no? ¿Por qué sube la marea? ¿Por qué flotan los barcos si pesan mucho? ¿Por qué hace más frio en las montañas si están más cerca del sol?)

Es una etapa de la vida de los pequeños que resulta agotadora para los padres, pero resulta gratificante comprobar la curiosidad de los niños y su deseo de aprender. Y ese deseo de aprendizaje se plasma en sus continuos “¿por qué?” Y, detrás de cada pregunta, los pequeños encuentran una idea, un concepto, que para ellos es nuevo (siempre y cuando los adultos seamos capaces de dar la respuesta y tengamos paciencia para aguantar el bombardeo). En mi caso, cuando me someto al tercer grado de mis dos hijos, soy feliz porque soy consciente de que en ese momento están aprendiendo y sobre todo (y lo más importante) que tienen ganas de aprender.

De la misma manera me alegro cuando en una empresa alguien pregunta, “¿por qué…?”. Newton no habría descubierto la ley de la gravedad si no se hubiera preguntado por qué caen las manzanas. El inventor del Gatorade (la primera bebida isotónica que factura 5.000 millones de dólares al año) se preguntó en su día “por qué” los jugadores de fútbol americano no orinaban después de los partidos (debido a la deshidratación derivada del esfuerzo pierden cinco kilos de peso por encuentro).

Una de las lecciones más importantes de mi vida me la dio un profesor cuando tenía unos diez años. Me prohibió preguntar. Cualquier otro compañero de mi clase podía hacerlo, pero a mí me negaron ese derecho. El problema residía en que mis preguntas no gustaban al profesor porque no tenía respuestas para ellas. Todas mis preguntas comenzaban con un “¿por qué?” y aquellas para las cuáles no tenía respuesta concluían con un “!porque si!”. Me dijo que no volviera a preguntar un ¿“Por qué?”. Le pregunté “¿Por qué no podía preguntar por qué?”. Su respuesta fue: “¡porque yo lo mando!”. Y le volví a preguntar “¿Por qué?”. Y entonces me expulsó de su clase y me llevó al despacho del director. Este me dijo (ordenó) que como alumno que era me debía limitar a aprender (memorizar) las respuestas que él daba a sus propias preguntas, sin discutirlas. Todo lo yo quería aprender que se saliera de su guión, quedada fuera de juego. Aquella lección me enseñó la fuerza del “¿por qué?

El conocimiento de las personas está condicionado por las preguntas que hacemos (o dejamos de hacer). El colegio y la universidad están repletos de respuestas a preguntas que los alumnos no se hacen (y mientras no se las hagan, simplemente no escuchan esas respuestas). Los niños son máquinas de hacer preguntas pero de cosas que les interesan a ellos (no a sus padres o a sus profesores).

¿Habilidad para dar respuestas o para generar confusión?

Algunos opinan que la capacidad para dar respuestas es una de las habilidades más importantes de un directivo. Yo quiero hablar de una habilidad mucho más importante: la habilidad para generar confusión.

Se trata de la habilidad para que las personas con las que trabajamos aprendan a hacer preguntas porque desean conocer respuestas y hacer uso de ellas. Eso es llamado por muchos innovación. Por eso el valor de una buena pregunta es infinitamente superior al de una buena respuesta.

En una sociedad caracterizada por la aceleración (de los mercados, de la economía, de nuestras vidas…) las respuestas (rápidas) parecen más importantes. Pero nuestra sociedad precisa innovación y cuando buscamos innovación las preguntas son mucho más relevantes que las respuestas (a las cuáles les otorgamos más importancia de la que realmente tienen, porque no hay verdades absolutas, no hay cosas correctas o incorrectas, vivimos rodeados de muchos matices, etc.). Además, en este mundo tan acelerado, cuando uno aprende la respuesta ésta puede que ya no tenga valor porque en algún lugar han surgido nuevas preguntas que relativizan su importancia.

La innovación implica generar nuevas y distintas respuestas pero eso solo ocurre si te haces nuevas y distintas preguntas. La organización que aprende a aprender rápidamente respuestas, aprende lo que ya está funcionando (best practices, benchmarking, etc.). Si innovar implica hacer cosas que no se han hecho antes (lo que requiere aprender a hacer las cosas de otra manera) entonces exige nuevas perspectivas y las preguntas precisamente invitan a esa nueva perspectiva.

El problema es que las respuestas dan seguridad y los interrogantes todo lo contrario. Las personas (aunque no todas) se sienten más cómodas en una organización (o con un jefe) que tiene una respuesta para todo que en una donde no existen respuestas (uno tiene que buscarlas). Pero la innovación y el aprendizaje requieren ambientes donde no haya respuestas esperando preguntas, sino preguntas que obliguen a buscar nuevas respuestas.

Los niños no se conforman con una explicación y realizan preguntas que pueden resultar incómodas. Los innovadores son así. Porque innovar y aprender exigen dudar de todo, pensar en lo absurdo, romper las reglas, no dar nada por sentado, ser inconformistas, reconocer que hay cosas que se pueden hacer mejor. En definitiva, atreverse a pensar en voz alta. ¿Por qué las cosas son así? ¿Por qué no pueden ser de otra manera?

Toda organización que quiera aprender e innovar tiene que sentirse más cómoda con las preguntas que con las respuestas. La creatividad es cuestión de responder a preguntas que nadie antes se ha planteado. Y las mejores preguntas surgen a partir de la confusión. En contra de lo que muchos piensan, el líder debe generar dudas.

Quiero terminar destacando la cara de satisfacción que ponen mis hijos cuando les doy una respuesta. Son felices porque han aprendido algo nuevo. Esa es la magia del “¿por qué?”.

miércoles, abril 02, 2008

Anime a su gente a cometer errores

Queremos que cometas errores. ¿Cuántos directivos estarían dispuestos a firmar esta máxima en sus respectivas organizaciones?
Podemos encontrar organizaciones en las que “nadie” comete “un solo error” (funcionan como “un reloj”) porque todo está hipercontrolado. También hay organizaciones en las que se cometen (muy de vez en cuando) errores y se penaliza por ello a los responsables (predicando con el ejemplo) Y por supuesto, 0rganizaciones en las que no se penalizan los errores (se considera algo natural): se dejan que la gente se equivoque.

Pero pienso que se puede ir aún más allá: no se trata únicamente de dejar que la gente se equivoque, sino de provocar el error. ¿Por qué una organización ha de ser tan “temeraria”? Porque el aprendizaje requiere errores; sin errores, no hay aprendizaje.


¿Se aprende de la experiencia? Sin duda. Cuando nos dicen algo adquirimos un conocimiento; pero éste no tiene tanta fuerza como el conocimiento que se aprende fruto de la experiencia. En el colegio me contaron donde nacen los principales ríos españoles; es más, mi obligaron a memorizarlo. Muchos años después apenas recuerdo el lugar de nacimiento de un par de ellos. Eso sí, jamás olvidaré que el Duero nace en el Pico Urbión ¿Insistió más en ello mi profesor de geografía? ¿Cayó la pregunta en el examen de fin de curso? Nada de eso. Simplemente, cuando era niño, mi padre me llevó a este punto de la encrucijada montañera que separa Soria, Burgos y La Rioja, rodeado de bosques de pino y bellas lagunas (como la Laguna Negra) de origen glaciar y tuve la oportunidad de bañarme (aún recuerdo el frio del agua) en su nacimiento. Aprendemos cuando experimentamos no cuando nos enseñan.



Se aprende de la experiencia...pero...¿de qué experiencias? Las experiencias pueden clasificarse en dos tipos: positivas (éxitos) y negativas (errores). De los éxitos no se aprende casi nada; y cuando pensamos que aprendemos probablemente estemos interpretando erróneamente los elementos que nos han llevado a el éxito. Pero generalmente cuando una triunfa no se detiene a analizar por qué a triunfado: simplemente se dedica a disfrutar de “su momento”. El verdadero aprendizaje viene de los errores.


Cuando era pequeño me madre me dijo: “no toques nunca la plancha”; yo le pregunté, “¿Por qué?; La respuesta fue, “porque quema”. El pequeño ya disponía de toda la información: el peligro, las causas, las consecuencias, la instrucción tácita de la autoridad materna… Aún así, tuve que tocar la plancha (y quemarme) para aprender la lección. Algo que nos ha sucedido a millones de niños. Porque el aprendizaje requiere error. Por supuesto, no volví a tocar la superficie plana de la plancha. Aprendí del error. Porque, como veremos más adelante, sin aprendizaje los errores son solo eso: errores.


Los errores constituyen una fuente de aprendizaje mucho más útil que los éxitos. De ahí que cuando afirmamos que “se aprende de la experiencia” no estemos del todo en lo cierto: de las experiencias positivas (los éxitos) poco (o nada) se aprende; de las experiencias negativas (de los errores) podemos extraer interesantes lecciones. De ahí que podamos afirmar que no se aprende de la experiencia, sino de la experiencia negativa (del error).


La organizaciones imbéciles


Hace años leí que una “organización inteligente” era aquella que aprendía por sí misma. En oposición a la idea desarrollé el concepto “organizaciones imbéciles”: aquellas que no aprenden (no generan conocimiento nuevo) y consecuentemente, cada día son más tontas.


Las “learning organizations” aprenden continuamente (por eso cada día son más “inteligentes”). Las “organizaciones imbéciles” no. Ahora bien, ¿cómo aprende una organización? ¿Cómo se genera nuevo conocimiento?


Las organizaciones requieren “espacios para el error”. La obsesión por el control de las personas, por los objetivos, por la eficiencia, por la productividad…lleva a muchas organizaciones a considerar a las personas máquinas (o parte de la maquinaria). Bien es cierto que así la organización “funciona como un reloj” (máxima del pensamiento mecanicista tan arraigado en nuestros tiempos) y que de esta forma no se generan errores. Pero, ¿qué sucede con una organización en la que nadie se equivoca? Que probablemente esto sea sí porque a nadie se le da la oportunidad de equivocarse. Todo está medido, explicitado, controlado, supervisado, super-supervisado… Si nadie se equivoca la cuenta de resultados a corto estará más saneada y el balance mostrará en el activo un déficit de ideas que lastrará a la organización a medio plazo.


No tenemos que dejar que la gente comenta errores; tenemos que animarles a ello. Crear las circunstancias para que la gente pruebe y sobre todo, que aprenda de los errores. Diseñar un proceso de aprendizaje que gire intencionadamente alrededor del fracaso para que a través del error se genere nuevo conocimiento y evitar así, con el aprendizaje, que ere error se vuelva a cometer de nuevo (si se comete de nuevo es porque no hubo aprendizaje y consecuentemente el sistema estaba mal concebido).La primera vez que ocurre un error puede ser por muchos motivos y se trata de sacar conclusiones al respecto. Si el mismo error se repite una segunda vez, ya no hay muchas excusas, simplemente no fuimos capaces de aprender de la primera.


Sin espacios para el error no hay conocimiento nuevo y será difícil hacer prosperar la innovación, reduciéndola a simple imitación. La mayoría de las empresas prefieren la organización por procesos (tareas repetitivas que se ejecutan millones de veces) y persiguen la minimización (o eliminación absoluta) de errores. Piensan que el aprendizaje consiste en “asimilar” las “best practices” (es decir, copiar las buenas ideas de la competencia) por un lado y en enviar a los directivos a costosos seminarios de dos jornadas en las mejores Escuelas de Negocios.


Y es que nuestra sociedad tiene miedo al error (miedo a equivocarse, miedo a hacer el ridículo, miedo al “qué dirán”, miedo a quedar en evidencia….) y se penaliza el fracaso (desde la escuela: “si suspendes…te castigo”; “el que no saca buenas notas no será nada de provecho el día de mañana”; “si no apruebas no podrás ir a la Universidad y si no sacas una carrera no tendrás un buen trabajo”). El miedo no impide el error, pero si el aprendizaje. La gente comete errores pero trata de ocultarlos (porque se penaliza el fracaso…y se estigmatiza al fracasado) y de esta forma, negando la evidencia, se impide el aprendizaje.


Y, si no está convencido de todo esto, eche una mirada atrás. A lo largo de nuestra vida, ¿qué abundan más? ¿Los éxitos o los fracasos? Al menos en mi caso, los segundos. ¿No cree que resulta interesante (e inteligente) entonces desarrollar una metodología para aprender de los errores? Al fin y al cabo el error forma parte de nuestra existencia. Errare, humanum est.

miércoles, marzo 12, 2008

Resaca electoral: jornada de reflexión para los perdedores

El pasado sábado se celebraron las elecciones; si, he dicho bien, el sábado. Me refiero a las elecciones para designar a la persona que representará a España en el festival de Eurovisión.

El ganador fue Rodolfo Chikilicuatre y “el baile del Chiki Chiki”. El perdedor de la noche, Joaquín Uribarri. Ambos representan a la perfección las dos Españas: la real (que vive en el siglo XXI, disfruta en MySpace, descarga MP3, comparte en YouTube y vota por SMS) y aquella a la que se le paró el reloj en algún momento de la recta final del siglo XX.

En el momento en el que se dio a conocer el nombre del ganador, Joaquín Uribarri (ese señor que presentaba Eurovisión cuando éramos pequeños y sabía por adelantado que Grecia iba a dar tres puntos a Turquía y Suecia diez a Noruega) se levantó enfadado, cogió su portafolios de Louis Vuitton y negaba ante las cámaras agitando airoso el dedo índice de su mano derecha.

Televisión Española había preparado una gala para llevar a Belgrado a su cantante elegida. Alguien que representara lo que realmente somos, es decir, lo que ellos interpretan que somos. La gala fue presentada por otro icono de la innovación y el modernismo: Rafaela Carrá. Incluso cantó una nueva: “explota, explota, expló….explota mi corazón” (afortunadamente no sacó ninguna mujer en el armario). Pero por mucho que se evocara a Massiel, a Julio Iglesias, a Betty Misiego y a la generación OT con la Rosa de España al frente ¿acaso no era consciente TVE de que España ha cambiado? Cuatro días antes de que naciera el autor de este blog (el 6 de abril de 1968) España ganaba el festival. Cuarenta años después el “La, la, lá” se ha convertido en “Chiki-Chiki”.

La gala dejó entrever otro problema que tenemos los españoles más allá de las conclusiones del informe PISA: la escasa creatividad de algunos de nuestros jóvenes. Los primeros que actuaron eran una réplica de la Oreja de Van Gogh; un chico de Portugalete copiando a Ricky Martin; un grupo de chavales “inspirándose” en los ritmos árabes que ganaron hace unos años; acordes de canciones de los ochenta en varias interpretaciones; y una especie de Jennifer Rush que cerraba el desfile de la generación “copy-paste”

Pero la inmensa mayoría de los españoles no se identifican con Joaquin Uribarri y así se reflejó en el resultado: más del 50% de los votos fueron para el Chiki Chiki, multiplicando por cuatro los votos de la cantante pre-designada. Eurovisión había sido salvada.


España ha cambiado. Tampoco parecen haberse dado cuenta los otros perdedores del fin de semana electoral; los del domingo. Y fueron varios.

En primer lugar, los que a duras penas lograban arrancar un esbozo de sonrisa en la calle Génova mientras, espoleados por una masa que perfectamente habría desempañado el papel de figurantes en cualquier capítulo de “cuéntame”, apenas podían botar (pensando que alguno de los que miraba por la ventana de detrás del balcón pensaba en botarles a pesar de haber sido votados)

Si siguen pensando que “España” es “una” gran nación que ha de atajar el “problema” de los “inmigrantes” con mano dura y recuperar el espíritu del florido pensil con esfuerzo y “sacrificio” de los estudiantes, “exigencia” de los profesores y mucha, mucha, religión (de la buena esos si…que no haya errores…de la de Antonio María y sus muchachos), para conseguir un pueblo que “trabaje duro” (cobrando poco)… no volverán a decorar de nuevo La Moncloa en décadas. España afortunadamente no es como ellos la imaginan y cuando Rajoy volvió a casa se sorprendió viendo a su niña bailando el Chiki-Chiki sin haber hecho los deberes de inglés ni haber leído el catecismo.

Pero fueron otros muchos los derrotados del fin de semana. Y todos ellos por seguir mirando al pasado. Algunos, tan al pasado que se pierden en la noche de los tiempos. Me refiero a quienes quieren dibujar un país del siglo XXI con los restos de tinta que dejaron aquellos que pintaron las cuevas de Santimamiñe en el magdaleniense, siguiendo las tesis de un ideólogo nacido en 1865, apelando a conceptos tan orientados hacia el tercer milenio como las tradiciones, las costumbres, los derechos históricos, la territorialidad, el RH… Y mientras perdían por el camino 120.000 votos, la persona que mejor había sabido interpretar el pasado y leer el presente para diseñar el futuro, compartiendo su valioso conocimiento en Harvard.

La antítesis de la innovación consiste en vivir el presente interpretándolo con las ideas heredadas del pasado. Hemos de mirar el futuro con los ojos de quiénes viven el presente.

miércoles, marzo 05, 2008

Innovación y elecciones: una idea para los políticos

Se acerca el día de las elecciones (¡por fin!). Hemos asistido a dos debates televisados (¡por fin!) y ya hemos tenido tiempo (más que de sobra) para conocer las ideas, planteamientos, posiciones y propuestas de los (¿dos?) candidatos. Tiempo más que suficiente para dejarnos (a muchos) como estábamos: desilusionados.

Vivimos en el siglo XXI, hemos cambiado de milenio; la era de la tecnología, la globalización, las ciencias de la vida… Y los políticos parecen no haberse enterado. Permanecen anclados en el pasado (recordando; en ocasiones incluso parece que “añorando”). Hemos asistido a dos debates sin ideas (propuestas si, alguna; pero “ideas”, lo que se dice “ideas”, cero"zapatero" y "cerín marianín") en el que los dos adversarios han participado con un “espejo retrovisor” sobre la mesa (11M, 14M, 8D –solo faltó el 23F- Aznar, González, Calvo Sotelo, Suárez -muchos votantes no habían nacido cuando gobernaban-, el IPC de 1996, la tasa de paro de 1988, el número de policías de 2000….) y viendo “problemas” allí donde lo que se deben ver son “oportunidades” (como en el caso de la inmigración –ver ponga un inmigrante en su equipo- en el cual el debate era ver quién legalizó a más o quién legalizó con menos –bonobús, rueda de bicicleta… o en el caso de las comunidades autónomas, regiones naciones...-cada uno lo que quiera- que dan fuerza y dinamizan este viejo país). Viendo el percal uno reclama cuanto antes la e-democracia a la que refería hace unos meses en este blog.


Pero vamos a ver; si todo esto es mucho más sencillo. Propongo mi decálogo. Pero aviso: no son 10 propuestas. Son 10 pequeñas preguntas que conducen a una sola propuesta. Porque tampoco creo que sean necesarias “90” propuestas. Prefiero una buena que noventa flojas.


Primero, ¿qué queremos los ciudadanos? Creo que se puede resumir en una palabra: bienestar. Queremos calidad de vida y eso se traduce en muchas cosas: un buen salario (creciente), que cada mes nos "tienten" con un par denuevas ofertas de trabajo, una sanidad eficiente (calidad y velocidad), seguridad, infraestructuras, protección social para los más necesitados, calidad de vida para las personas dependientes, conciliación de la vida profesional y familiar (flexibilidad, tiempo libre), solidaridad, ayuda al desarrollo, mejorar el mediambiente, champions league, Fernado Alonso...cada uno lo que quiera.


Segundo, ¿cómo se consigue que los ciudadanos tengan eso que desean? Muy fácil. Con gasto público (inversiones en política social, infraestructuras, etc.) bien gestionado (al menos no malversado)


Tercero, ¿cómo se consigue aumentar el gasto público? Aquí las recetas pueden ser variadas: con déficit público (mal asunto); aumentando los impuestos (la brillante de idea de aquellos que no tienen ideas); ó aumentando la recaudación (que no es lo mismo que aumentar impuestos).


Cuarto, ¿cómo se recauda más sin subir los impuestos? Generando más empleo; a más personas trabajando, más personas produciendo, más personas consumiendo y mayores ingresos para las arcas del Estado (cotizaciones a la SS, impuestos directos, indirectos...)


Quinto, ¿cómo se genera empleo? Empleo de verdad solo se genera si la economía crece. Necesitamos crecer por encima del 3% para seguir generando empleo.


Sexto, ¿cómo crecer por encima del 3%? Crecer por encima del 3% significa producir 103 allí donde se produjo 100. Pero la situación económica no parece favorable para ello. Algunos echan la culpa al petróleo; otros a los chinos, a los indios; a la economía norteamericana; a la situación geopolítica;… Pero realmente no crecemos (no producimos más) porque no “se vende”. Y “no se vende” por diferentes motivos: en primer lugar, porque la gente no compra. No compra porque llega justita a fin de mes, anda con la mosca detrás de la oreja (cuando ve como baja la bolsa y sube el pescado). En segundo lugar, porque los bancos no tienen liquidez; o para ser más claros: porque los bancos ya no sueltan su dinero con tanta alegría como hace unos años; hay menos dinero (he leído esta semana que se deniegan el 50% de los préstamos que pide la gente para compra un coche) y es más caro (con lo cual la gente no puede cambiar de piso ni comprarse un apartamento en Alicante para el verano y otro en el Pirineo para el invierno). Pero hay otro “culpable”: el principal. Nosotros. Algunos dicen que “no se vende” porque la “economía no crece”. Falso. La economía mundial crece un huevo: solo entre China e India crecen la leche. Si “no vendemos” es porque no somos competitivos.


Hago un resumen a medio camino. Los ciudadanos quieren bienestar, calidad de vida; para ello hay que aumentar el gasto público, sin aumentar impuestos y sin déficit. Y para ello hemos de generar empleo y hacer crecer nuestra economía haciendo que nuestras empresas sean más competitivas.


Séptimo, ¿cómo conseguir que nuestras empresas sean más competitivas? Aquí los “políticos profesionales” hablan de I+D+i (y en ocasiones da la sensación que no saben realmente qué significa), de tecnología (en el debate uno de los candidatos se hacía un lío hablando de “neuvas telecomunicaciones de la información…”), de ayudas, de subvenciones…Y no. No se trata de eso. Para que una empresa sea competitiva tiene que ser mejor que sus rivales (chinos, indios, americanos, alemanes o finlandeses). Tiene que aportar al mercado más “valor”; para que el cliente escoja sus productos o servicios en lugar de los de la competencia; o bien porque por el mismo precio damos mucho más que los demás; o porque damos lo mismo a mejor precio. ¿Estamos haciendo eso en sectores clave para nuestra economía, como el Turismo? Me temo que no… La clave está en el valor. Para conseguirlo hay que dar el cliente más o darle lo mismo por menos (lo que se puede traducir en productividad, que la tenemos por los suelos). La mejor manera de medir la productividad es viendo el Producto Interior per Capita. En palabras sencillas, viendo lo que produce cada persona. Cada uno de nosotros produce la mitad que un estadounidense. Y no es que seamos ni más vagos ni más tontos (al menos no el doble). Nuestras empresas necesitan una nueva formas de trabajar; precisan innovar.


Octavo: ¿cómo se genera valor? Muy sencillo. Con ideas. No se trata de estudiar modelos de innovación de los finlandeses; ni de aplicar manuales de Harvard; ni de traer a un consultor yankie con pajarita y chinos de Levi´s...Innovar es convertir las ideas en valor. Basta con tener ideas en cantidad y de calidad.


Noveno, ¿cómo se consiguen ideas? Las ideas solo salen de las personas. ¿Qué es lo más importante para un país? Las personas. El talento, su creatividad, su capacidad de riesgo, su visión. El futuro de nuestro país pasa por la educación. Pero “educación” no es inglés para todos; ni becas para irse un mes a Irlanda a desmadrarse; ni educación para la ciudadanía; ni mucho menos “mano dura, esfuerzo y sacrificio” (por un momento pensé que iban a citar también la vara de cerezo del Padre Arturo). La “educación” no es ni volver al “Florido Pensil” ni dejar que los colegios se conviertan en patios de prisiones (ahora entiendo de donde viene la expresión "¡como anda el patio!": bulling, hachis, abusos sexuales, insultos, hostias...y todo ello grabado con el Nokia de última generación que les regaló papá por causa del sentimiento de culpabilidad que le produjo no tener tiempo para dedicar tiempo al niño...Y es que claro...entre "el trabajo, el gimnasio, el fútbol de los miércoles...") No es cuestión de informes PISA (en el pelotón de los torpes...vamos, que en lugar de PISA el informe PATEA a los españoles) ni tan siquiera de que no exista ninguna Universidad española entre las 100 mejores del mundo. No es cuestión de enseñar en inglés, en catalán, en euskera, en valenciano, en gallego, en bable, en latín o en castellano. El idioma en el que se estudia es lo de menos. Y tampoco es cuestión de conocimientos (física atómica, afluentes del Ebro, montes del sistema Penibético o Reyes Godos) o de exámenes y notas (con cinco repites, con cuatro pasas de curso, con dos papá te compra una moto....). Es cuestión de formar personas; potenciar habilidades; desarrollar valores. ¡Ah! Y no estoy hablando solo de colegios, universidades, escuelas de negocios….Las personas aprendemos más en los entornos informales.

Décimo. Última idea. La principal propuesta que me gustaría oír de mis políticos (que para eso les pago). “Vamos a conseguir mejorar la calidad de vida de este país gracias al crecimiento que conseguiremos con empresas competitivas que serán lideradas por nuestro capital humano: las personas; y para ello, a través de un gran pacto de Estado (no me gusta esa expresión), a través del diálogo y el consenso (me gusta mucho más) entre todas las fuerzas políticas vamos a desarrollar un gran plan para la educación de las personas”


No es solo cuestión de invertir dinero; hemos de invertir tiempo, cariño, dedicación e inteligencia para afrontar entre todos el desafío crítico de las próximas décadas. El futuro es “Talento, Tecnología y Tiempo” (como dice el siempre genial Juanjo Goñi en su último libro). El futuro es tan importante que sería temerario dejarlo en manos de Rajoy o de Zapatero.

lunes, marzo 03, 2008

Relocalización e Innovación

¿Están preparadas nuestras empresas para deslocalizar? Si analizamos los datos de diferentes estudios podemos llegar a una conclusión: la mayoría de las empresas no están preparadas para aprovechar con éxito las diferentes ventajas offshoring. Desde que hace ya veinte años las primeras empresas españolas comenzaran esta aventura de deslocalización, en demasiados casos las empresas consiguen reducir sus costes solo entre un 10% y un 20% (cifras que podrían en muchos casos obtenerse mejorando la productividad “en local” sin necesidad de asumir riesgos en terceros países y lejanos continentes). Se podría decir que “para ese viaje” (ahorros del 10%) no eran necesarias “esas alforjas” (la deslocalización)

¿Cuáles son los motivos de ese éxito limitado? Fundamentalmente la deficiente preparación y gestión de los proyectos de deslocalización por parte de nuestras empresas. En muchos casos, esa deficiente planificación tiene como causa el cortoplacismo de las empresas, que se precipitan a la hora de poner en funcionamiento proyectos de offshoring ante la urgencia de la reducción de costes. Demasiadas empresas comienzan a pensar en la deslocalización de su actividad productiva cuando tienen un grave problema de márgenes; los clientes aprietan en precio y las empresas no son capaces de aumentar el valor percibido (muchas de ellas tienen graves problemas de diferenciación y ausencia total de ventajas competitivas) y ese problema se intenta subsanar reduciendo costes. Es entonces cuando alguien propone “deslocalizar” parte de la actividad productiva para reducir costes aprovechando las diferencias salariales de tal país. Para ello, se precisa un plan, pero se recuerda al responsable del mismo el “carácter de urgencia” dada la situación.

Es difícil desarrollar bien un plan de deslocalización con prisas y urgencias. Esta precipitación conduce a las empresas a poner en marcha su proyecto de externalización internacional sin llevar a cabo una planificación exhaustiva ni realizar las verificaciones previas oportunas. El “cortoplacismo” y la urgencia impiden, por ejemplo, analizar correctamente el impacto a largo plazo de la deslocalización sobre las diferentes áreas de la empresa.


Si muchas empresas se detuvieran a reflexionar llegarían a la conclusión de considerar que el origen de sus males actuales proviene de la ausencia de innovación; de la aplicación errónea de teorías como el benchmarking, las best-practices, etc. que han llevado a muchas empresas de muchos sectores a parecerse entre si como dos gotas de agua; en los últimos años se ha producido una homogeneización de la oferta. Y, ante la ausencia de diferenciación, lógicamente el precio se convierte en el único factor de decisión de compra para el cliente.

Esta imitación de la competencia no solo ha conducido a esta situación de precios a la baja. Para solventarla, muchas empresas continúan copiando a la competencia. En lugar de diferenciarse para aportar valor y no tener que reducir el precio, preservando así los márgenes, las empresas intentan reducir costes copiando la estrategia de la competencia. Y así, otro motivo que conduce a las empresas a deslocalizar con prisas y sin un buen plan es pensar que hay que hacerlo “porque todos lo hacen”.

Muchas empresas son conscientes de la necesidad de invertir dinero para acometer proyectos de deslocalización, pero subestiman la relevancia de un recurso más importante como el dinero (que puede conseguirse y con relativa facilidad): el tiempo. Tiempo para elaborar un plan riguroso; y tiempo para identificar a las personas adecuadas para implementar ese plan: puede que el personal interno no tenga ni los conocimientos, ni las habilidades ni la experiencia suficientes para gestionar un proyecto de esta magnitud.

Otro de los motivos más relevantes de fracaso consiste en abordar los procesos de offshoring pensando en obtener una mejor rentabilidad a través de la reducción de costes salariales. Si bien los salarios de estos países son más bajos, la productividad de las personas también lo es. La solución entonces pasa por contratar más trabajadores. De esta forma, se soluciona el problema a corto plazo; pero, ¿qué sucede a largo plazo? Los salarios de algunos países destino de empresas deslocalizadas han crecido a un ritmo mayor que la productividad. Es “la trampa de los mil millones de chinos”: hay tantas personas en estos países (y tan baratas) que muchos piensan que la forma de compensar la baja productividad es aumentar el personal. Son muchas las que caen en esta trampa e ignoran la búsqueda continua de la eficiencia a través de la inversión en formación, tecnología, etc.

Por otro lado, en estos destinos no es infrecuente encontrarse con dificultades para encontrar mano de obra suficiente (cuantitativa o cualitativamente hablando). Y, para agravar la situación, cuando se invierte en formar a las personas, las empresas han de lidiar con una altísima rotación del personal (por encima del 50% en muchos casos).

No hemos de ignorar también el espíritu colonialista con el que demasiadas empresas han emprendido procesos de deslocalización. Empresas que se han dejado llevar por el ansia de beneficios y/o incremento del valor de sus acciones a costa de los bajos salarios (ignorando las necesidades sociales y el bienestar de las personas del país en cuestión). Más allá de los valores de cada empresa, esta actitud ha generado un conflicto con el personal de esos países y constituye un de los principales factores de rotación y baja productividad. Una vez más, este problema se ha generado por la falta de visión a largo plazo de las empresas que han apostado por una estrategia a corto plazo. Todo proyecto de deslocalización que quiera contemplar el largo plazo ha de destinar recursos para la formación, integración, fidelización y desarrollo de las personas para luchar contra la baja productividad individual y la alta rotación de empleados.

¿Por qué hay muchas empresas que aún no han deslocalizado? Sin bien es cierto que muchas aún no lo han hecho por falta de tiempo o de conocimientos para hacerlo, no es menos cierto que otras muchas han llegado a un conclusión: se puede ser más efectivo fabricando en nuestro país.
Esto es una realidad en muchos casos: la productividad de muchas empresas es menor en los países que han deslocalizado que en el nuestro. Aunque los salarios sean espectacularmente más bajos, la mano de obra de muchos de estos países no tiene el nivel de especialización suficiente y todo ello repercute en la calidad del producto.

Además, cuanto más especializada en la mano de obra, más relevancia tienen los problemas descritos: los empleados cualificados son los que mayor frustración sienten ante la falta de apoyo de la empresa, falta de compromiso con el país, etc. y son los que antes se marchan; no solo en busca de mejores salarios, sino en busca de empresas con mayor compromiso (huyendo del offshoring cortoplacista). Será necesario entonces contratar más trabajadores para solventar la rotación y de esta manera, el círculo vicioso (no mejora la productividad, empeora la calidad…) se acrecienta.

¿Qué podemos poner en el “haber” de la deslocalización? Una mano de obra más barata. Pongamos en el “debe” los efectos vinculados a la menor productividad, el aumento de los salarios, la necesidad de contratar y formar personal para paliar la rotación de trabajadores, etc. La conclusión entonces es clara: o se resuelve el problema en local (se aumenta el valor añadido para contrarestrar los costes a través de la innovación) o se diseña un plan que minimice dichos problemas antes de proceder a deslocalizar.

Resolver el problema “en local” y obviar la deslocalización (algo que hace unos años parecía una insensatez) es algo a tener cada vez más en cuenta. No en vano, estamos asistiendo a procesos de “re-localización”: las empresas vuelven a realizar determinadas operaciones en su país de origen. Un claro ejemplo son los call centers: muchas empresas han apostado por “repatriar” parte de estos servicios, apostando por aportar más valor (en lugar de reducir costes), sobre todo en aquellos procesos que más afectan a la calidad percibida por el cliente o en aquellos clientes más importantes para la organización (asignando un “valor” a cada llamada –cliente- y redireccionando la misma a ”local” o “deslocalizado” en función de su importancia). Antes de lanzarse a una operación de offshoring, una empresa deberá decidir si el offshoring es realmente la mejor manera de alcanza el objetivo fijado a través de un exhaustivo análisis de su eficacia actual y potencial.

jueves, enero 10, 2008

Innovación en precio: el coche "low-cost"

Por el precio de un extra para muchos coches, como es un navegador GPS (unos 2.500 dólares o 1.700 euros) podemos adquirir un automóvil nuevo: el modelo Nano, recientemente presentado por el fabricante automovilístico indio Tata Motors.
El secreto de esta innovación en precio reside en la sustitución de metales como el hierro o el aluminio por plásticos reelaborados pegados con adhesivos. Aunque no podremos conducir un Tata Nano por nuestras autopistas (no cumple la normativa de seguridad por el momento) el fabricante indio espera vender 250.000 unidades al año ¡Solo en la India!


El Ford T de principios de siglo XX y el “coche del pueblo” (el Volkswagen escarabajo) ya tienen homónimo en el siglo XXI: el Tata Nano ha nacido con el objetivo de facilitar a la creciente clase media de la India la posibilidad de disponer de un vehículo propio de cuatro ruedas (actualmente, sólo existen diez coches por cada 1.000 personas en India, dato que contrasta con los 40 de China, la otra gran economía emergente del planeta)


El mercado que conforman ya China e India (a los cuáles podemos sumar países africanos y de América latina) centrará en los próximos años la atención de los grandes fabricantes. No en vano tras el Nano, Volkswagen, Honda y Toyota, han anunciado que se ponen a trabajar para crear sus propios modelos “low cost” adaptados a las economías de las clases medias emergentes.

viernes, noviembre 23, 2007

Innovación en procesos en pos de la eficiencia

Resulta que un contratista tiene que ser ingresado con carácter de urgencia en un hospital público por causa de una dolencia cardiaca. Al paciente en cuestión no le gusta e absoluto el color verde raído de las paredes; además, su estado de conservación, le parece deprimente. Decidido a acabar con la tristeza de aquellas desconchadas cuatro paredes, saca su teléfono móvil y llama a su cuadrilla. Mientras él se daba un paseo en bata y zapatillas por los pasillos del centro médico, la cuadrilla despliega rodillos, brochas, esclaeras, botes de pintura...y en 20 minutos cambian el verde pálido por un radiante blanco...¡sin que se enterara ninguna enfermera!
La noticia ha corrido como la pólvora por la planta de cardiología del hospital y el contratista se ha quedado sin tarjetas de visita. ¡Una empresa que en 20 minutos llega, despliega sus recursos y materaliza su trabajo, dejando todo limpio, sin un solo ruido, sin que nadie se entere..! ¡Eso es innovación en procesos!. Conclusión: queda mucho por hacer en pos de la eficiencia; aquel que se conforme con lo bien que está haciendo las cosas en la ctualidad y las considere dificilmente superables, es, en cierta manera, un apostol de la ineficiencia.

La transformación del consumidor

Hasta hace bien poco los expertos en marketing de las grandes empresas idolatraban los estudios de mercado y los indicadores demográficos (todavía algunos siguen haciéndolo) ya que éstos permitían determinar los patrones de compra de las diversas clases sociales. En base a dichos indicadores, los ricos compraban productos caros (y de alta calidad) y los consumidores menos pudientes compraban productos más baratos (y de menor calidad). Y las empresas lanzaban productos caros para ricos y productos baratos para las clases medias-bajas. Pero en los últimos quince años hemos asistido a una importante transformación en el comportamiento de los consumidores (motivada en parte por la espectacular penetración de Internet en todas las facetas de nuestra vida) que exige innovar en lo procesos de markting. Podemos resumir estos cambios en cuatro aspectos:

Vivimos en la “Era de la Información”. Una era en la que los consumidores acceden con facilidad a todo tipo de informaciones que utilizan en sus procesos de decisión. Consecuencia: un consumidor más inteligente y más informado, capaz de hacer el “cálculo de valor” necesario para optimizar sus compras.

La tecnología nos ha conducido a la “Saciedad de la Información” (“saciedad” y no “sociedad”). El consumidor vive rodeado de información (mucha más de la que es capaz de digerir). Hay tantos productos y servicios disponibles, con tantas variaciones y precios, que el consumidor ahora ve el mercado como un inmenso bazar repleto de opciones sorprendentes.

Se ha vuelto casi imposible caracterizar a la gente por su perfil demográfico como se hacía antes. Los patrones de gasto de los consumidores de clase media se están volviendo cada vez más diversos y complejos. Los consumidores mezclan libremente productos de alta y baja categoría (una chaqueta de Armani con un pantalón de Zara, un escritorio de Ikea sobre una alfombra persa, un cliente que viaja en Ryan Air y se aloja en un hotel de gran lujo), para crear estilos de vida particulares que no existen en otros lados y quedan fuera de los “patrones convencionales”.

Y, además, los consumidores consideran que comprar y consumir bienes no es sólo una actividad de subsistencia sino, además, una experiencia, una destreza y un pasatiempo. Se preocupan, para bien o para mal, de las decisiones que toman como consumidores.

Varios factores se han conjugado y entrelazado para hacer de los consumidores de clase media la fuerza más poderosa del mercado en todo el mundo. Los consumidores de la clase media de hoy están excepcionalmente bien equipados para comprar desde la comodidad de sus hogares a través de Internet. Comprar y consumir inteligentemente se han vuelto actividades muy apreciadas y cada vez son más los consumidores que disfrutan con una compra racional. Gracias a Internet, en vez de aceptar lo que está disponible en su localidad, los consumidores están aprovechando la economía global para obtener el mejor precio.

Los consumidores están cada vez más dispuestos a escoger productos más baratos. Hace años consumir productos baratos estaba mal visto en la clase media. Hoy en día todos compran en Ikea sin secreto. Es más, muchos presumen de ello, de la racionalidad de su adquisición (de lo barato que le salió –por solo 50€- su último viaje a Londres con Ryan Air) Los consumidores de clase media están más dispuestos a ahorrar dinero cuando esto sea posible. Los consumidores prefieren productos más baratos por tres razones:
Les gusta sentirse “compradores inteligentes” aprovechando cada recurso a su disposición (promociones, rebajas, compras con puntos, ofertas de Internet….).

Ya no asocian directamente precio alto con calidad. Saben que la calidad de los productos de precio bajo ha aumentado considerablemente. Ven con escepticismo la máxima “lo barato es caro” que se aplicaba hace unos años a los productos de precio bajo alegando su supuesta baja calidad. Los consumidores saben que hoy se puede conseguir alta calidad a precios bajos (como un viaje con Vueling)
Al contrario de los que sucedía hace un par de décadas, están cada vez más dispuestos a renunciar a ciertos productos con el fin de poder ahorrar dinero. Algo que hace unos años se consideraba embarazoso (no tener televisor, no tener coche, no viajar en vacaciones) hoy se considera incluso ejemplar. En Estados Unidos, la opulencia está a la baja y la gente está jerarquizando sus necesidades con el fin de gastar lo justo.

Hoy en día, es tan probable ver a un millonario en Ikea como a unos jóvenes universitarios en Gucci. Los estereotipos que los expertos en marketing han utilizado durante décadas ya no funcionan. Bienvenidos a la nueva distribución de los mercados.

martes, octubre 09, 2007

Receta para innovar a través de las ideas cotidianas

“Queremos innovar. Pero no sabemos por dónde empezar”

Esta frase la escucho en varias ocasiones todas las semanas; al finalizar una conferencia, en un seminario, a través de emails que me escriben empresas interesadas en mi colaboración como consultor. A todos ellos, les doy una sencilla receta que comparto con vosotros en mi blog.

La receta consta de tres ingredientes; tres ideas básicas sobre las cuáles además ya he reflexionado en otros post.

1. No todos los clientes son iguales. Unos clientes son más valiosos que otros (bien porque compran más; bien porque generan mayor margen –no piden descuentos-; bien porque seguirán comprando durante más tiempo; bien porque generan nuevos clientes; etc.) y tenemos que identificarlos.
2. Ya que son más valiosos, precisan un trato diferencial (discriminación en oposición a un servicio democratizado)

3. Por curioso que parezca, muchas de las mejores ideas en el mundo de los negocios surgen de situaciones ya existentes que nadie ha explotado o a las que nadie les ha prestado mayor atención.

En los años que llevo trabajando en el campo de la innovación, he comprobado que ésta es considerada por muchos como un asunto que debe dejarse en manos de los expertos (ingenieros, gente de I+D, científicos inventores, etc.). Sin embargo, si una cosa he aprendido en estos años, ésta es que las grandes ideas pueden ser el resultado de considerar, de un modo completamente diferente, nuestras propias experiencias cotidianas (algo de lo que también hablan Barry Nalebuff y Ian Ayres en su libro Why Not? How to Use Everyday Ingenuity to Solve Problems Big and Small publicado por Harvard Business School Press) En realidad, la innovación en los productos de consumo se ha centrado mayoritariamente en la explotación de soluciones que ya existían y que nadie antes había tenido en cuenta. Por ejemplo, los gimnasios venden abonos temporales que permiten a la gente utilizar las instalaciones tantas veces como quieran (dentro de un plazo especificado) ¿Por qué no aplicar este mismo concepto al cine? (De hecho, ya ha sido aplicado en Inglaterra y Francia con éxito entre los consumidores.

Innovar es crear algo nuevo que aporte valor. Algunos dicen que eso de “aportar valor” está muy bien sobre el papel, pero que es muy difícil llevarlo a la práctica. Una vez más, no estoy de acuerdo.

Una sencilla forma de aportar valor a los clientes más valiosos es mediante la discriminación positiva (incrementar la capacidad de la empresa para aportar valor diferencial; que el cliente perciba las diferencias con respecto a otros). Y es aquí, una vez “cocinados” los dos primeros ingredientes de la “receta” (unos clientes que valen más que otros y la discriminación positiva) cuando introducimos el tercero: ideas sencillas fruto de observar la realidad cotidiana. Juntamos todo en una cazuela y lo cocinamos a fuego lento. ¿Por qué no? Por poner un ejemplo:

¿Quién es el mejor cliente para un hipermercado? Utilizando un buen sistema de Inteligencia de Clientes (Business Intelligence) se pueden identificar a los clientes más valiosos (LTV, Customer Lifetime Value, o valor de un cliente en el tiempo). Si así lo hacen Carrefour o Eroski comprobarán que yo soy un cliente valioso (como otras muchas familias con un par de niños pequeños que consumen como un saco sin fondo). Soy de esos clientes que llenan dos carros completos cada quince días con detergentes, leche, frutas, verduras, embutidos, pizzas, galletas, zumos, colacaos, actimeles, cervecitas… Sin duda, los clientes como yo son más valiosos (por volumen, rentabilidad, tiempo en el que seguirá siendo cliente…) que aquel que en lugar de “empujar carros” por el hipermercado “arrastra” una de esas cestitas con ruedines” en la que lleva un pack con cuatro yogures bio, un brick de leche desnatada y 150 gramos de jamón york.

¿Y qué sucede con ambos clientes? Al segundo de ellos (al de la cestita con seis o siete productos), el hipermercado le “premia” con una cola VIP (las cajas rápidas); mientras tanto, el padre de familia que empuja dos carros (al cuál además le faltan manos para tener controlados a los niños) tiene que esperar una cola de quince minutos.

Y cabe la posibilidad de que el primer cliente (el de los seis productos que pasa por la caja rápida) tenga su coche aparcado junto a la puerta de salida mientras el cliente de los dos carros (y los dos niños) tiene que recorrer todo el parking (bajo la lluvia) para llegar a su vehículo.

Tenemos:

1. Un cliente valioso
2. Una posibilidad de generar valor diferencial mediante las discrimación
3. Muchas ideas cotidianas (bastaría con preguntar a las personas que esperan delante de una caja de un hiper; en una sola jornada, en un solo punto de venta, podemos obtener al menos una decena de valiosas ideas

¿Qué falta entonces? El liderazgo innovador. Esa persona capaz de decir, “¿Por qué no?”. Esa persona que supere todas las críticas a las ideas, los “peros”, los condicionantes, los “esques”, las zancadillas…

¿Por qué no poner colas VIP en los hipermercados? De la misma manera en la que saco mi tarjeta Iberia Plus Oro para ahorrarme la cola de facturación en los mostradores de facturación, podría sacar mi tarjeta “Carrefour Platino” y pasar por una “caja VIP” sin colas (en la que además me sacan los productos del carrito y me los meten en bolsas) ¿Por qué no?

¿Por qué no reservar plazas preferenciales de parking para familias con niños (como hace Ikea)?

Observar las ideas cotidianas y decir, ¿por qué no? Una sencilla forma de innovar.

Ideas de IDEO

IDEO es una de las empresas líderes mundiales en diseño. Muchos de los productos más brillantes de las últimas dos décadas fueron diseñados por la empresa, incluyendo el primer ratón de Apple y la Palm V. No es de extrañar entonces que todo tipo de empresas quieran aprender de IDEO, buscando ideas para crear o mejorar sus propios productos y servicios.

Tom Kelley (Director general de la empresa y hermano del fundador) tiene publicado un libro (The Art of Innovation, Lessons in Creativity from Ideo, America's Leading Design Firm) donde ofrece ideas e historias sobre la innovación. Además, abre al lector una ventana hacia su empresa, mostrando cómo se enfrenta su equipo a los retos del diseño de productos y la innovación. Te resumo las principales:

-Comprensión: las empresas deben comprender al cliente, el mercado, la tecnología y las restricciones que forman parte y afectan al problema.

-Observación: se debe observar cuidadosamente a las personas para averiguar cuáles son sus necesidades insatisfechas.

-Visualización: aunque pudiera parecer un simple ejercicio mental, puede ser útil para la construcción de modelos físicos y prototipos.

-Evaluación: Toda idea debe ser mejorada.

-Implantación: el trabajo creativo no es suficiente. Hay que trabajar para llevar el producto al mercado. Esta es la fase más larga y técnicamente más compleja, pero la única que genera beneficio.

Para innovar, una persona debe comenzar por aprender a confiar en sus instintos (y no en la investigación de mercado). El libro muestra diez pasos para diseñar un gran producto:

1. Una excelente primera impresión: el producto debe gustar de inmediato a los clientes.

2. Uso de metáforas: describa los productos nuevos usando metáforas

3. Pensar en lo indispensable: siempre tendrán éxito en el mercado.

4. Utilizar colores: pensemos en los iMac de Apple.

5. Comunicar acontecimientos: se puede ganar la lealtad del cliente dándole información interna (sobre productos y progresos, por ejemplo)

6. Simplificar: hacerlo en un click siempre es mejor que en dos.

7. Hacer las cosas a prueba de errores: Un producto valioso protege al cliente de accidentes y errores (como la opción “deshacer” del “word”)

8. No perjudicar jamás al cliente: seamos su amigo y hagamos que el producto sea fácil de utilizar.

9. Hacer una lista de características y beneficios esenciales antes de comenzar a trabajar en el diseño del producto.

10. Ofrecer extras valiosos: a veces los accesorios pueden ser tan o más importantes que el mismo producto.


martes, septiembre 11, 2007

Bienvenido a la Wikinomia

En 1999 Rob McEwen, director general de la compañía minera Goldcorp (http://www.goldcorp.com/), no veía muy claro el futuro de la empresa. Aprovechando una semana de descanso acudió a un ciclo de conferencias del MIT. Allí fue donde escuchó hablar por primera vez de Linus Torvalds y del Linux.

El ponente relató cómo Torvalds y un grupo de programadores voluntarios habían creado a través de Internet un sistema operativo de primera calidad y cómo Torvalds había revelado su código fuente al mundo, permitiendo a miles de programadores anónimos examinarlo e incluir sus colaboraciones en el mismo.

Mientras escuchaba la conferencia, McEwen tuvo una visión y se recostó en su silla a pensar. Su empresa estaba estancada porque, a pesar de años de exploración y de millones de dólares invertidos, sus geólogos no habían sido capaces de encontrar oro en la propiedad de la compañía (en Red Lake, Notario). Ya que sus empleados, con su conocimiento y sus metodologías, no eran capaces de encontrar oro, podría ser posible que otras personas sí lo lograran. Y quizá la clave para encontrar a esas personas estuviera en “abrir” las exploraciones (tal y como Torvalds había abierto su sistema operativo).

McEwen volvió inmediatamente a Toronto para presentarles su idea a los geólogos. “Quiero coger toda la información geológica que tenemos desde 1948 y compartirla con todo el mundo; después preguntaremos al mundo dónde podemos encontrar los próximos seis millones de onzas de oro”.

Los directivos y geólogos de la compañías pensaban que McEwen se había vuelto loco. Las compañías no suelen compartir su información (nadie regala información; es algo tan arraigado que nadie jamás lo había cuestionado). Además, la minería es una industria muy celosa con su información y ésta es siempre mantenida en secreto.

McEwen sin embargo pensaba en la oportunidad de aprovechar las mejores mentes de la industria (el conocimiento). Además, lo tenía muy claro. Así que en 2000 lanzó el “Reto Goldcorp”: un concurso que ofrecía US$ 575.000 en premios para quien fuera capaz de encontrar oro en la explotación minera.

Hasta el más mínimo detalle sobre la propiedad de 55.000 acres fue revelado en la página Web de Goldcorp. Las noticias sobre el concurso se extendieron rápidamente por Internet; más de 1.000 concursantes de 50 países comenzaron a revisar la información geológica: miles de datos sobre pruebas, ensayos, estudios, exploraciones…

En solo unas semanas, los resultados comenzaron a llegar a las oficinas centrales de Goldcorp. Como se esperaba, geólogos de todo el mundo se involucraron en el proyecto. Pero, sorprendentemente, también hubo propuestas provenientes de sectores inesperados: estudiantes, matemáticos, militares, ingenieros de otras especialidades, informáticos.

Los participantes identificaron 110 puntos en Red Lake, la mitad de los cuales no habían sido identificados por la propia compañía. Más de 80% de dichos puntos produjeron grandes cantidades de oro. De hecho, desde que el concurso fue anunciado, la compañía ha conseguido ocho millones de onzas de oro. McEwen calcula que el proceso colaborativo le ahorró dos o tres años de exploración a la compañía.


Es una bonita historia extraída del libro Wikinomía, de Don Tapscott y Anthony Williams. Como dicen los autores, “La colaboración masiva lo cambia todo”.El término “wikinomía” habla de un nuevo modelo económico inspirado por la enciclopedia online Wikipedia. Wikipedia es producto del esfuerzo conjunto de miles y miles de personas comunes, que escriben, recopilan y editan el contenido de la misma. Así pues, Wikipedia es un buen ejemplo, entre otros, de “colaboración masiva”.

Debido a los grandes cambios tecnológicos, económicos y sociales estamos entrando en una nueva era en la que la gente participa en la economía como nunca antes. Esta participación ha llegado a un punto en el que las nuevas formas de colaboración masiva están cambiando la forma de inventar, producir, comercializar y distribuir bienes en todo el globo.

En el pasado, se colaboraba a muy pequeña escala. Era algo que se daba entre familiares, amigos y socios en hogares, comunidades y talleres. Pero esto hoy en día está cambiando. El creciente acceso a las tecnologías de información está colocando al alcance de todos la posibilidad de colaborar, crear valor y competir. Esto le permite a la gente participar en la innovación y creación de riqueza en casi todos los sectores de la economía.

Con la colaboración se cultivan las destrezas humanas, la ingenuidad y la inteligencia más eficientemente y efectivamente que con cualquier otra cosa que hayamos visto antes. El conocimiento, las destrezas y los recursos colectivos que se consiguen gracias a las redes horizontales permiten obtener mejores resultados que los obtenidos por una sola empresa. Bien sea al diseñar un avión, ensamblar una motocicleta o analizar el genoma humano, la posibilidad de reunir el talento disperso de varias personas y organizaciones se está convirtiendo en la clave de la innovación (y la competitividad) en la nueva economía (la Wikinomia).

jueves, julio 19, 2007

Innovación, eventos y congresos

¿Harto de organizar sus eventos en incómodos salones de hotel? ¿Aburrido de la monotonía de los Palacios de Congresos? Entoces, ¿por qué no alquila usted un pueblo entero para su próximo Congreso Anual? Eso es lo que hace la agencia de eventos Xnet y su programa Rent a Village (http://www.rentavillage.com/).

Pequeños y pintorecos pueblos alpinos de Alemania, Austria y Suiza se visten del color corporativo de organizaciones como AEG, Hyundai, Siemens, SAP, etc. Las calles adquieren el nombre de sus productos. El Presidente de la compañía recibe las llaves de la ciudad de manos del Alcalde. Las señales incluyen su logo. Las ponencias se desarrollan en el kiosko de la plaza central, en una cafetería o en un granero de las afueras. El pueblo entero vive para el evento y el cliente, convirtiéndose en extras y azafatas del congreso.


¡Ah! Y si Pertisau o Monsee se le quedan pequeños, siempre puede usted alquilar un país (aunque sea tan pequeñito como Liechtenstein)

martes, julio 03, 2007

Las ideas y las personas: los activos de la nueva economía

Google sigue a la caza y captura de buenas ideas que se puedan convertir en grandes negocios. Acaba de anunciar la adquisición (por 50 millones de dólares según se dice) de GranCentral.com.

Los usuarios de GrandCentral disponen de un servicio para unificar todos los números de teléfono (el móvil particular, el de la empresa, el de casa, el de la oficina...) en uno solo, al igual que los mensajes de todos sus buzones de voz. Los fundadores de la compañía (Craig Walker y Vincent Paquet) la iniciaron en 2005 poco después de que Yahoo! comprara la compañía en la que trabajaban (Dialpad Communications) dedicada a la telefonía a través de la Red.

Google sigue a la búsqueda y captura de los dos activos más relevantes de la nueva economía: las ideas y las personas. Hace unos meses adquirió una pequeña puntocom española (Panoramio) que había desarrollado una solución que permite a los aficionados a la fotografía digital subir sus imágenes y “geoposicionarlas” en Google Earth y Google Maps (con 40 millonesde páginas vistas y 5 millones de usuarios, su crecimiento mensual está siendo espectacular). Google cogió al fundador (Eduardo Manchón) y a su pequeño equipo (formado por solo dos personas) y después de pagarles un buen pellizco por la empresa se los ha llevado a que compartan conocimiento con cientos de genios como ellos en una de sus sedes europeas. ¿Te imaginas lo que puede salir de un punto de encuentro en el que compartan sueños y visiones personas como Manchón, Walker y Paquet? Ese es el principal activo de Google.