miércoles, abril 02, 2008

Anime a su gente a cometer errores

Queremos que cometas errores. ¿Cuántos directivos estarían dispuestos a firmar esta máxima en sus respectivas organizaciones?
Podemos encontrar organizaciones en las que “nadie” comete “un solo error” (funcionan como “un reloj”) porque todo está hipercontrolado. También hay organizaciones en las que se cometen (muy de vez en cuando) errores y se penaliza por ello a los responsables (predicando con el ejemplo) Y por supuesto, 0rganizaciones en las que no se penalizan los errores (se considera algo natural): se dejan que la gente se equivoque.

Pero pienso que se puede ir aún más allá: no se trata únicamente de dejar que la gente se equivoque, sino de provocar el error. ¿Por qué una organización ha de ser tan “temeraria”? Porque el aprendizaje requiere errores; sin errores, no hay aprendizaje.


¿Se aprende de la experiencia? Sin duda. Cuando nos dicen algo adquirimos un conocimiento; pero éste no tiene tanta fuerza como el conocimiento que se aprende fruto de la experiencia. En el colegio me contaron donde nacen los principales ríos españoles; es más, mi obligaron a memorizarlo. Muchos años después apenas recuerdo el lugar de nacimiento de un par de ellos. Eso sí, jamás olvidaré que el Duero nace en el Pico Urbión ¿Insistió más en ello mi profesor de geografía? ¿Cayó la pregunta en el examen de fin de curso? Nada de eso. Simplemente, cuando era niño, mi padre me llevó a este punto de la encrucijada montañera que separa Soria, Burgos y La Rioja, rodeado de bosques de pino y bellas lagunas (como la Laguna Negra) de origen glaciar y tuve la oportunidad de bañarme (aún recuerdo el frio del agua) en su nacimiento. Aprendemos cuando experimentamos no cuando nos enseñan.



Se aprende de la experiencia...pero...¿de qué experiencias? Las experiencias pueden clasificarse en dos tipos: positivas (éxitos) y negativas (errores). De los éxitos no se aprende casi nada; y cuando pensamos que aprendemos probablemente estemos interpretando erróneamente los elementos que nos han llevado a el éxito. Pero generalmente cuando una triunfa no se detiene a analizar por qué a triunfado: simplemente se dedica a disfrutar de “su momento”. El verdadero aprendizaje viene de los errores.


Cuando era pequeño me madre me dijo: “no toques nunca la plancha”; yo le pregunté, “¿Por qué?; La respuesta fue, “porque quema”. El pequeño ya disponía de toda la información: el peligro, las causas, las consecuencias, la instrucción tácita de la autoridad materna… Aún así, tuve que tocar la plancha (y quemarme) para aprender la lección. Algo que nos ha sucedido a millones de niños. Porque el aprendizaje requiere error. Por supuesto, no volví a tocar la superficie plana de la plancha. Aprendí del error. Porque, como veremos más adelante, sin aprendizaje los errores son solo eso: errores.


Los errores constituyen una fuente de aprendizaje mucho más útil que los éxitos. De ahí que cuando afirmamos que “se aprende de la experiencia” no estemos del todo en lo cierto: de las experiencias positivas (los éxitos) poco (o nada) se aprende; de las experiencias negativas (de los errores) podemos extraer interesantes lecciones. De ahí que podamos afirmar que no se aprende de la experiencia, sino de la experiencia negativa (del error).


La organizaciones imbéciles


Hace años leí que una “organización inteligente” era aquella que aprendía por sí misma. En oposición a la idea desarrollé el concepto “organizaciones imbéciles”: aquellas que no aprenden (no generan conocimiento nuevo) y consecuentemente, cada día son más tontas.


Las “learning organizations” aprenden continuamente (por eso cada día son más “inteligentes”). Las “organizaciones imbéciles” no. Ahora bien, ¿cómo aprende una organización? ¿Cómo se genera nuevo conocimiento?


Las organizaciones requieren “espacios para el error”. La obsesión por el control de las personas, por los objetivos, por la eficiencia, por la productividad…lleva a muchas organizaciones a considerar a las personas máquinas (o parte de la maquinaria). Bien es cierto que así la organización “funciona como un reloj” (máxima del pensamiento mecanicista tan arraigado en nuestros tiempos) y que de esta forma no se generan errores. Pero, ¿qué sucede con una organización en la que nadie se equivoca? Que probablemente esto sea sí porque a nadie se le da la oportunidad de equivocarse. Todo está medido, explicitado, controlado, supervisado, super-supervisado… Si nadie se equivoca la cuenta de resultados a corto estará más saneada y el balance mostrará en el activo un déficit de ideas que lastrará a la organización a medio plazo.


No tenemos que dejar que la gente comenta errores; tenemos que animarles a ello. Crear las circunstancias para que la gente pruebe y sobre todo, que aprenda de los errores. Diseñar un proceso de aprendizaje que gire intencionadamente alrededor del fracaso para que a través del error se genere nuevo conocimiento y evitar así, con el aprendizaje, que ere error se vuelva a cometer de nuevo (si se comete de nuevo es porque no hubo aprendizaje y consecuentemente el sistema estaba mal concebido).La primera vez que ocurre un error puede ser por muchos motivos y se trata de sacar conclusiones al respecto. Si el mismo error se repite una segunda vez, ya no hay muchas excusas, simplemente no fuimos capaces de aprender de la primera.


Sin espacios para el error no hay conocimiento nuevo y será difícil hacer prosperar la innovación, reduciéndola a simple imitación. La mayoría de las empresas prefieren la organización por procesos (tareas repetitivas que se ejecutan millones de veces) y persiguen la minimización (o eliminación absoluta) de errores. Piensan que el aprendizaje consiste en “asimilar” las “best practices” (es decir, copiar las buenas ideas de la competencia) por un lado y en enviar a los directivos a costosos seminarios de dos jornadas en las mejores Escuelas de Negocios.


Y es que nuestra sociedad tiene miedo al error (miedo a equivocarse, miedo a hacer el ridículo, miedo al “qué dirán”, miedo a quedar en evidencia….) y se penaliza el fracaso (desde la escuela: “si suspendes…te castigo”; “el que no saca buenas notas no será nada de provecho el día de mañana”; “si no apruebas no podrás ir a la Universidad y si no sacas una carrera no tendrás un buen trabajo”). El miedo no impide el error, pero si el aprendizaje. La gente comete errores pero trata de ocultarlos (porque se penaliza el fracaso…y se estigmatiza al fracasado) y de esta forma, negando la evidencia, se impide el aprendizaje.


Y, si no está convencido de todo esto, eche una mirada atrás. A lo largo de nuestra vida, ¿qué abundan más? ¿Los éxitos o los fracasos? Al menos en mi caso, los segundos. ¿No cree que resulta interesante (e inteligente) entonces desarrollar una metodología para aprender de los errores? Al fin y al cabo el error forma parte de nuestra existencia. Errare, humanum est.

3 comentarios:

Unknown dijo...

hombre tanto como ¿animarlos?

una cosa es aceptarlos e intentar corregirlos, quizas el titulo no es el mas adecuado en referencia con el excelente articulo.

salu2. jon vazquez

Anónimo dijo...

Todos los humanos cometemos errores y es imposible que en las organizaciones por mas "controlados" que tengan todos sus procesos no se cometa alguno.

Comparto la idea que de todos los errores se aprende mucho mas que de los éxtitos, lo imporante radica en saber reconocer esos errores y corregirlos de la mejor forma para no volver a cometerlos.

Anónimo dijo...

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