Hace cinco años a mis amigos les dieron una de las peores
noticas que unos padres pueden recibir. El médico les anunciaba que su pequeño
de 5 años tenía leucemia linfoblástica.
Tras cinco años de lucha, Guzmán ganaba la batalla y
superaba con fuerza la enfermedad. Tres años y medio después de finalizar el
tratamiento, el niño estaba completamente recuperado, con una evolución
extraordinaria…y llegaba la última prueba. “Hoy es el día”, dejaba grabado su
padre 24 horas antes en el contestador de la Fundación Josep Carreras. El plazo
que marcan los expertos para garantizar que no se producirá una recaída ya
había sido superado. Pero la vida ha plantado un nuevo desafío ante esta
familia. Cuando todo parecía superado el pequeño Guzmán ha sufrido una recaída
tardía. Algo muy extraño, pero que en ocasiones puede suceder…y ahora ha
sucedido.
Guzmán es uno de los muchos niños que necesita un trasplante
de médula ósea. Es un procedimiento con una tasa de éxito cercana al 70% pero
siempre a partir de la identificación de la médula compatible, el gran desafío
en la mayoría de los casos. El 75% de los pacientes no la encuentran en el seno
de su familia y lamentablemente este es el caso de Guzmán. Y de otros muchos
niños. Por eso es importante difundir el cocimiento sobre la donación de médula
ósea, un proceso muy sencillo, similar a un análisis de sangre (no estamos
hablando de la médula espinal), que quizás pueda salvar una vida.
La donación de médula comienza con un trámite muy sencillo:
extraer una muestra de sangre para conocer el perfil genético del donante. Esa
muestra se da de alta en el registro de la red española de donantes de médula
ósea. Cuando un paciente se ve en la necesidad de realizar un trasplante, se
inicia el proceso de búsqueda en esa base de datos para identificar a la
persona compatible. Puede que hoy tu médula no sea compatible con la de ninguna
persona que la necesita. Pero tal vez lo sea dentro de tres, seis o nueve
años; y entonces habrás ayudado a que
una persona continúe cada mañana sonriendo al abrir los ojos y ver los rostros
sonrientes de las personas que le aman antes de comenzar lo más apasionante que
hacemos las personas cada día: disfrutar la vida.
Cuando el pequeño Guzmán tenía 5 años no era muy consciente
de lo que realmente le sucedía; como dice su padre, con un globo podías
devolverle la ilusión. Ahora, con 11, Guzmán es un pequeño hombrecito que
pregunta, investiga, comparte, siente; un hombrecito desconcertado pero con
toda la fuerza del Universo en su interior para ganar una segunda batalla. Y
las que hagan falta, porque podrá perder una batalla, pero Guzmán terminará
ganando esta guerra. Cuando deseas algo con mucha fuerza el Universo conspira
para que lo consigas.
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